Terence Hill y Bud Spencer se conocieron en España y, a diferencia de otras parejas de cómicos que terminaron como el rosario de la aurora, eran excelentes compañeros y muy buenos amigos: acaso porque esa magnífica relación personal del uno con el otro y del otro con el uno trascendía los límites de la pantalla, sus películas, una antología de la bofetada, siguen alegrando almas en todo caso y, las más veces, al tiempo que los labios ríen.
DOS SÚPERPOLICÍAS, con un argumento tan simple como la mayoría de los argumentos de otras cintas de la dupla protagonista, presenta a dos buenos tipos con impulso de rateros que, por una de esas cosas raras que pasan en la vida, acaban como agentes del orden; y en el camino, como vino siendo también habitual, un camino trufado de golpazos y trompadas, Wilbur y Matt se granjearon algunas críticas y consiguieron unos pocos corazones.
Así fue: Wilbur y Matt, Bud Spencer y Terence Hill, manos izquierda y derecha del diablo, que iniciaron juntos un romance con el mundo a finales de la década de los sesenta del siglo pasado, lograron, en tanto que algunas críticas, muchos corazones, y todavía hoy, más de cincuenta años después, como la poesía, continúan alegrando almas y haciendo, el uno rubio y escurridizo, el otro la voz más gorda, que los labios rían.