San Francisco. Años 90.
Melodrama fallido. Se pierde entre el almíbar y la corrección comercial, demasiado pendiente de quedar bien, de que sus dos estrellas luzcan y la cosa no llegue a mayores.
Una pena porque debajo de toda esa capa de colorín, impostura y banalidad alienta una historia interesante y sincera. Quizás una pareja rota por un marido pasivo-agresivo, controlador y manipulador, y una mujer egocéntrica, irresponsable y desastrosa, pero no, claro, los dos tenían que ser buenísimos y quererse muchísimo.
Otro problemón es Andy García; pésimo actor, horrible en sus tremendas limitaciones, continuas poses y gestos de guapito sin alma; muermo inexpresivo con dos registros a lo sumo, cierro los ojos o miro con cara de perdonavidas, siempre con el pelito en su sitio, perfecto en su vaciedad de galán trasnochado. Tiene mucho protagonismo y destroza muchas escenas
Ella está bastante bien. Acarrea una serie de tics/trucos de estrella un tanto amanerada y cargante, pero es flexible, rica en matices, sensible y guapa.
Pero la que se come la función cada vez que sale es la niña; inmensa en su precocidad puñetera y sabia. La otra, más pequeña, es anodina.
Contada con gusto y mimo, de tono educado y reflexivo, con una fotografía pastelera y un sinfín de primerísimos planos; se ve con gusto pero acaba aturdiendo y cansando tanta mansurronería, que la dictadura de lo vendible y amable despachurre un buen material. La banda sonora es elegante y dulce.
Historia sin prisas que se relame en las escenas y de cierto aire teatral; con una morosidad refinada que termina irritando por la superficialidad y sensiblería, por no atreverse a profundizar, por querer salvaguardar a los personajes; traicionando así el espíritu de la historia, haciéndola roma y absurda, cansina e insustancial.