Oferta especial para las próximas navidades, tenemos el juguete definitivo, el súper corazón o míster grandullón, sirve para todo y no habrá queja; lo mismo te fríe un huevo que te arregla el coche, te atiende, te quiere, te acurruca, te lame las heridas, te aguanta las humillaciones, te escucha, te arregla la casa, te paga viajes, te hace el amor, te folla viva, te entretiene a la hija, te trae el soplete, divierte al amigo, te cuida a la madre, trabaja por ti, eres tú mismo si te quitaran de golpe toda la mierda moral, clasista, prejuiciosa, estúpida, cobarde y miserable que llevas encima cual nube radioactiva y te dejaran solo ese ente ideal que quizás cuando todavía eras un bebé, y ni con esas, había alguien en algún lugar del mundo que pensó que podrías ser, digo puro y santo.
El verdadero superhéroe, el hombre perfecto, la montaña bondadosa, oso hormiguero, perro pachón, San Bernardo, San Agustín arrepentido y todos los ángeles juntos con los serafines cantando y bailando a una la música de las esferas con las trompetas celestiales sonando a todo son de fondo.
Un idiota absoluto, Dostoievski's style, como Mishkin, salvando las muchas distancias, un transgresor moral, te tumba, vence a todos a fuerza de sacrificio, generosidad y recto proceder.
Pero claro, uno es más bien malo y cínico, tiene el colmillo retorcido y el alma encallada, desconfía, no cree mucho y no está tan gordo. Sobre todo, no es muy perfecto, más bien fallido, de ahí que le pueda la envidia y no soporte ese ternurismo amañado (ay qué pena con lo majo que es), esa manipulación sensiblera (mira cómo le hacen sufrir al manitas), ese exceso de azúcar (y ahí sigue ayudando el altruista, qué simpático), esos golpes que le da la vida tan previsibles y maniqueos (te has fijado en esos lerdos, sin fin, compañeros de trabajo, de tan pocas luces como bajas pasiones), ese transcurrir fofo de una historia trucada, bienintencionada en no muy buen sentido, en el de ganarse al espectador como sea, con el plan más sencillo de todos, el de obligarle a ponerse del lado de este pobre hombre que en verdad es una estrella caída del cielo, un Dios del bien y la verdad. Porque de eso se trata, de que te identifiques con él, de que le animes y cantes sus goles o canastas como si fueran los tuyos, de que aplaudas sus mañas y estoicismo masoquista, de que te apiades de su martirio laico. Y eso es lo obvio, ir con el tonto-sabio-víctima-corazón de mazapán, en la larga y saneada tradición de los Forrest de toda la vida, corre, Forrest, corre, lugar seguro y caluroso, seno maternal, parada cinematográfica sin falta y sin miedo, donde la duda muere y la unanimidad satisfecha, democrática, sonríe tras una comida opípara, dispuesta a descansar con el alma limpia. Ya que, claramente, la mayoría de la gente que ha visto, verá o simplemente existe es casi tan dadivosa y benevolente como este Fusi.
Tan retorcidos, escépticos y quejosos como este criticastro que aquí asoma su hocico y derrama sus iniquidades cual veneno no hay muchos. Gracias a Dios somos pocos y estamos controlados. Por lo tanto, miel sobre hojuelas y todos a la gozadera.