Este Scooby Doo resultó un revoltijo y una revolución de magnificencias en todos sus efectos habidos y por haber en donde el mismo director Raja Gosnell se portó como todo un confiado a la hora de adquirir los derechos del Gran Danés más querido por todos. En general el Scooby Doo de carne y hueso, es un paso adulterado sobre ese balance, que sirva de estudio como el gran salto adelante, no tanto como otras obras animadas que llegan con esos efectos algo prescindibles.
El humor, el aporte regular de Rowan Atkinson (Mr. Bean) como Mr. Mondavarius lo convierten en una jugarreta de tiempo y dinero que sin querer funcionó de lo más inventivo, pero que debió ser apoyado por una marioneta, si de verdad quería ser un carnavalero en la función de cine.
Una forma más de creer que no todo en Scooby Doo fue espanto, gags de humanos miserables disfrazados solo por venganza, últimos gritos de la moda juvenil y los clichés de cobardía entre Shaggy y Scooby Doo.
Aquí vemos la fórmula de un éxtasis morado, rojo y amarillo... serían como los golpes, la cólera y el destello protagonista que se roban la pantalla, llegando hasta el Scrappy Rex.... con una pelea salvaje con tendencias caníbales. No me queda claro esta última parte, mejor serían más amos espectrales, para dejar descansar a las bestias por unos días