El tiempo transcurre y con él los cambios imparables en pro del respeto y los derechos de las mujeres. En el pasado era recurrente ver a mujeres de gafa obscura que intentaban disimular la violencia intrafamiliar o inútiles pretextos empleados como soporte para lograr matrimonios duraderos y evitar al máximo la ruptura —tan mal vista y criticada por aquellos años.

En la escasa filmografía de Alberto Bojórquez problemas de índole social que retumban para una sociedad de cánones de comportamiento reprobables, pero socialmente tolerados, en el que el maltrato de género no conoce estrato social, ni profesiones, ni igualdad de derechos y se volvió un problema común en la que nadie preguntaba, pero todos comentaban.

Así los desaparecidos Alma Muriel y Gonzalo Vega protagonizaron a un matrimonio joven de finales de los 70, que tienen problemas de tipo económico, pero que intentan sacar adelante a través de otras circunstancias que les impida llegar a la crisis. Sin embargo, ella estudia periodismo y muy a su pesar de él, harán que la coloque en una situación al límite, ante las demandas de su esposo, pero también las propias.

Película discreta, de denuncia, con un clímax por demás lastimoso que ha frenado a nivel familiar, pero que socialmente parece no dar tregua.