Se había creado mucha expectación alrededor de esta película por ser la última de Daniel Craig como Bond y también porque cierra un círculo en esta "mini-saga" dentro de la grande. Esta expectación es justa, satisface al espectador en cuanto a cierre o clausura, pero empecemos por el principio.
La primera mitad de película es notable, con gran hincapié en la primera escena en México D. F., rodada exquisitamente y que cumple, sin más. La fluida presentación o re-presentación de los personajes provoca un ritmo exquisito. Un ritmo que quizás a la mayoría del público le parezca lento para tratarse de una adaptación de la obra de Ian Fleming, pero que es innovadora en su estilo, como delicadeza inglesa (o francesa, de la mano de Léa Seydoux). La burbuja de misticismo de esta parte avoca a un pinchazo de la misma en la segunda. La sucesión de aconteciminetos empieza a ganar prdectibilidad. Al principio Bond es 007 y luego es un asesino inglés cualquiera que tiene gran puntería y lo hace todo con una facilidad pasmosa. La sombra del 007 inicial deja ciego al final. El pobre Ralph Fiennes hace lo que puede en un lugar donde era casi imposible relevar a la gran Judi Dench como M. Cristoph Waltz está lejos de ser el Waltz que todos conocemos, aunque con el guión que tiene, es entendible.

En definitiva, es una película que como entretenimiento cumple con creces, pero defrauda si lo que quieres ver es una buena película de James Bond.