Buñuel mezcla en este largometraje el despiadado retrato de la burguesía de provincias francesa con el fetichismo tan querido por él (centrado en las piernas, en el calzado, y en las medias negras de mujer, que vuelven a aparecer en "Simón del desierto", de 1965, en este caso lucidas por Silvia Pinal), y un contexto, fines de los años 20 y principios de los 30, en el que la ultraderecha se va haciendo más visible en la política francesa. El personaje de Moreau, en tanto que parisina, es decir, forastera en ese medio provinciano, sirve como intermediario entre el espectador y el mundo que describen las imágenes. Es un mundo en el que, a juzgar por los personajes de Georges Géret y Michel Piccoli, el sexo lo domina todo, de forma hipócrita y privada. Es interesante relacionar los dos personajes mencionados porque aquí salen tan mal parados los señores como los criados. La iglesia tampoco queda mucho mejor parada, a juzgar por el cura, interpretado por Jean-Claude Carrière, co-guionista junto a Buñuel.

Es una película muy curiosa, que no pertenece a ningún género en concreto pese a tocar varios de ellos, como el drama, la sátira o el suspense. Es también un film muy negro, en el que Buñuel seguramente aprovecha su propia ascendencia social, burguesa y provinciana.