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Documentary
This lyrical and graphic documentary--one of the first cinematic reflections on the Holocaust's horror--has deeply affected film's treatment of the Holocaust ever since, including Spielberg's "Schindler's List". Documentarian Alain Resnais contrasts 1955 footage of abandoned concentration camps' quiet, empty buildings with black-and-white footage shot there in 1944; the film's overwhelming resonance comes in its allowing the haunting ... [+]
Language of the review:
- es
August 21, 2008
16 of 19 users found this review helpful
El viento suele proceder a limpiar la atmósfera de contaminación, mal tiempo, nieblas, polvos, que llevan a lodos y tempestades, plagas y otros detritus de la naturaleza.
El viento es aliado del tiempo, que produce el olvido y hace recobrar la descuidada confianza a aquellos que, después del horror, optaron por la guardia permanente.
Este film formaba parte de aquella movilización militante, fruto de las amargas y recientes experiencias, pues no en balde, cuando se realizó, sólo habían pasado diez años de los espeluznantes hechos y del final de la II Guerra Mundial.
Tan poco tiempo, y ya verdeaban los campos, las tumbas estaban cerradas y en las vías donde circularon los siniestros convoyes de la muerte, la herrumbre y la maleza empezaban a ocultar su siniestro fin, como el film nos describe.
Se realizó la película, con la colaboración de un buen número de organizaciones de antiguos deportados y combatientes y de las instituciones que habían sido testigos de la hecatombe y su objetivo sería hacerla como ejemplo y denuncia, para evitar su repetición.
No se si eran optimistas e ignoraban que cincuenta años más tarde de su estreno, habría habido gulags, matanzas en Extremo Oriente, repetición de internamientos y eliminación de oponentes en Chile y Argentina, étnicas matanzas en Los Balcanes y en África, y extraños conflictos de intereses con la excusa de fundamentalismos religiosos de un signo u otro, con todo lo cual, Resnais tendría tema documental y testimonial para veinte o treinta “Nuit et Brouillard” más, dicho lo cual no le quita mérito al noble intento de denunciar la barbarie en todas sus dimensiones, desde un canto al sentido común y a la sensatez y buen hacer, que transmite en su film.
Allá por los sesenta y setenta, se proyectaba clandestinamente en cine clubs y en las sesiones, otrora calificadas de pornográficas, que se daban en Perpignan, Ceret y otras poblaciones francesas cercanas a la frontera. Si en aquellos años servía para empezar a vislumbrar la barbarie de los totalitarismos, hoy, vista de nuevo en su formato DVD, sigue vigente en su frescura, en su ritmo y en su intención, como una de las joyas de la cinematografía de todos los tiempos, indispensable para la pervivencia de la memoria ante los envites del tiempo y el viento que hace que todo se olvide. Yo la tengo en sitial de honor, al lado de "El gran dictador" de Chaplin.
El viento es aliado del tiempo, que produce el olvido y hace recobrar la descuidada confianza a aquellos que, después del horror, optaron por la guardia permanente.
Este film formaba parte de aquella movilización militante, fruto de las amargas y recientes experiencias, pues no en balde, cuando se realizó, sólo habían pasado diez años de los espeluznantes hechos y del final de la II Guerra Mundial.
Tan poco tiempo, y ya verdeaban los campos, las tumbas estaban cerradas y en las vías donde circularon los siniestros convoyes de la muerte, la herrumbre y la maleza empezaban a ocultar su siniestro fin, como el film nos describe.
Se realizó la película, con la colaboración de un buen número de organizaciones de antiguos deportados y combatientes y de las instituciones que habían sido testigos de la hecatombe y su objetivo sería hacerla como ejemplo y denuncia, para evitar su repetición.
No se si eran optimistas e ignoraban que cincuenta años más tarde de su estreno, habría habido gulags, matanzas en Extremo Oriente, repetición de internamientos y eliminación de oponentes en Chile y Argentina, étnicas matanzas en Los Balcanes y en África, y extraños conflictos de intereses con la excusa de fundamentalismos religiosos de un signo u otro, con todo lo cual, Resnais tendría tema documental y testimonial para veinte o treinta “Nuit et Brouillard” más, dicho lo cual no le quita mérito al noble intento de denunciar la barbarie en todas sus dimensiones, desde un canto al sentido común y a la sensatez y buen hacer, que transmite en su film.
Allá por los sesenta y setenta, se proyectaba clandestinamente en cine clubs y en las sesiones, otrora calificadas de pornográficas, que se daban en Perpignan, Ceret y otras poblaciones francesas cercanas a la frontera. Si en aquellos años servía para empezar a vislumbrar la barbarie de los totalitarismos, hoy, vista de nuevo en su formato DVD, sigue vigente en su frescura, en su ritmo y en su intención, como una de las joyas de la cinematografía de todos los tiempos, indispensable para la pervivencia de la memoria ante los envites del tiempo y el viento que hace que todo se olvide. Yo la tengo en sitial de honor, al lado de "El gran dictador" de Chaplin.