Vista hoy, Lady Halcón está.... algunos diríanq ue pasada de moda, al contrario de otras como La Princesa Prometida. Las peleas, el aspecto visual, y sobre todo su mayor lastre, que es la música, destilan un aroma ochentero que, a día de hoy, puede resultar ridículo sobre todo para los espectadores más jóvenes. Vamos, concretamente esas luchas a puñetazos son ciertamente risibles en algunos momentos, y, como digo, la música es del todo equivocada (pega tanto en una película así como un santo con dos pistolas).
Ahora bien.... los ingredientes que han hecho de ella un clásico sí siguen ahí, para todo aquel que quiera apreciarlos. La mezcla es bien sencilla: una historia de amor condenado, un protagonista poco recomendable pero carismático y simpático a más no poder, caballeros, castillos, bosques, animales, hechizos, malvados.... Todo mil veces visto, y todo con el mismo encanto de siempre. Porque si algo no se le puede negar a Lady Halcón es ser un entretenimiento de primer orden, y una de las historias de amor más fáscinantes del género...
Richard Donner, responsable de muchas de las mejores películas de las últimas décadas, despliega ese estilo visual tan clásico que lo ha hecho célebre para trasladarnos a una fantasía casi sobresaliente. Por supuesto, cuenta con la ayuda de Vittorio Storaro, que fotografía los maravillosos paisajes de Italia con enorme acierto, sobre todo en las escenas nocturnas y en la parte final en la iglesia.
Y por encima de todo, sobresalen las interpretaciones de la casi debutante Michelle Pfeiffer (es perfectamente comprensible por qué se convirtió en una estrella a raíz de su Isabeau d'Anjou), Rutger Hauer (pocas veces ha habido un actor más adecuado para un personaje....) y el también jovencísimo Matthew Broderick, que despliega un carisma extraordinario.
Y mientras tanto, el público sueña con halcones que vuelan por el día y caminan por la noche, con lobos que aúllan por amor... y con que hoy en día se recupere la aventura bien hecha que tuvimos en los 80.

Lo mejor: Los paisajes, el trabajo técnico y la fotografía de Vittorio Storaro.
Lo peor: Hay ciertas cosas muy pasadas de moda.