A veces, está claro que críticos y público vivimos en mundos distintos.
Escapa a mi comprensión por qué ha gustado tanto Los Bridgerton. Bueno, sí, más o menos se entiende, porque es un poco como Sálvame en el siglo XIX. Pero, ¿qué le ha visto la crítica a un producto tan plúmbeo y poco elaborado? ¿Es quizás que es la ficción "bienqueda" y políticamente correcta de la temporada (atención a su diversidad racial cuando se supone que está retratando la Inglaterra de la regencia... sin comentarios)?
Dicho esto, el principal problema de Los Bridgerton no es que a quien esto firma no le hayan interesado lo más mínimo las aventuras de estos pijos y pijas de tiempos pasados, sino que la ficción quiere ser una mezcla un tanto extraña entre el tono dramático y algo sensacionalista y culebronesco (no nos vamos a engañar) de Downton Abbey y el carácter calentorro de Harlots, por ejemplo (ver la conversación entre Daphne y Simon sobre la masturbación, o las muchas escenas de sexo). A ratos también recuerda un poco, y no sólo por la época histórica que retrata (mal), a La Favorita. También hay mucho de la osadía sexual y el tono bizarro de la cinta de Yorgos Lanthimos en estos Bridgerton.
Pero, pese a todos sus defectos, está claro que la cosa engancha y que entretiene, y de ahí su enorme éxito como una de las ficciones más vistas de la historia de Netflix. Y está claro también que los mencionados Daphne y Simon van a despertar muchas fantasías, en parte a la volcánica química que existe entre Phoebe Dynevor y Regé-Jean Page, los actores que les dan vida. Es gracias a ellos que las desventuras de semejante pareja enganchan tanto al respetable, haciendo la competencia a las telenovelas turcas que tan de moda están ahora.
Los Bridgerton no es turca, pero tiene bastante de telenovela. Muy elegante y de cuidadísima producción, eso sí.
Para pasar el rato, pero infinitamente sobrevalorada.