Gran sorpresa, Langosta.
Sin ser ni de lejos esa obra maestra que muchos han visto (es demasiado larga, demasiado lenta a ratos y le falta ser más inquietante e incómoda en su atmósfera. Y créanme, había espacio para ello), sin duda este trabajo de Yorgos Lanthimos no va a dejar indiferente a nadie, y eso siempre es bueno. Es una película rara, ciencia-ficción sin efectos visuales ni cosas fantasiosas, y plantea una sociedad distópica de lo más salvaje: un mundo en el que las personas están obligadas a encontrar pareja y, si no lo hacen, son expulsadas de la sociedad quedando a merced de los demás humanos, que salen a cazarlos escopetas en mano a cambio de algún tiempo extra para encontrar el amor y evitar ese mismo destino. Terrible, ¿verdad? Terrible y fascinante, porque el efecto es tal que el espectador no puede apartar los ojos de la pantalla. Ese es el mayor valor de la película, la reflexión que hace sobre la crueldad de la sociedad y cómo nos obliga a ser de una determinada manera, cumplir una serie de rituales sociales (tener pareja, tener hijos, tener un trabajo "aceptable", vivir de una determinada manera... todo sobre lo que Leticia Dolera reflexionó con tanta dulzura, humor y crítica en Requisitos para ser una persona normal) y encima sentirnos culpables e inútiles si no encajamos dentro de lo que es socialmente correcto o aceptable.
Pero la mayor alegría de la película es Colin Farrell. Injustamente acusado durante años de ser un mal actor (cuando simplemente andaba algo encasillado en personajes de policía oscuro o criminal), el irlandés parece haberse propuesto en los últimos años diversificar su carrera y probar suerte con multitud de géneros y personajes distintos. Y cualquiera que lo vea en películas como Ondine, Winter's tale, Al encuentro de Mr. Banks, La Señorita Julia o la segunda temporada de True Detective debería reconocer que, prejuicios aparte (¿por qué se granjeó el pobre Farrell ese odio de tanta gente?),el protagonista de Corrupción en Miami se ha convertido en un actor de lo más interesante y capaz de mucho más de lo que se suele decir. Aquí concretamente está fantástico, con esa apariencia tan anodina que le va de perlas al personaje (las gafas, el bigote, los kilos de más), dando vida a la perfección a este hombre retraído y asustado que es David. A ver si ya de una vez ocupa el lugar que merece y se le reconoce su talento, que no será Al Pacino, pero ha mejorado muchísimo y anda haciendo trabajos soberbios como este. No cabe olvidar tampoco a Rachel Weisz, siempre excelente haga lo que haga.
En definitiva, una película muy recomendable, que no va a dejar indiferente a nadie y que, a pesar de sus defectos, invita a pensar muy seriamente sobre las exigencias de la sociedad y los palos en las ruedas que nos pone.

Lo mejor: Su fondo, absolutamente fascinante, y la maravillosa presencia de Colin Farrell.
Lo peor: Le falta ritmo a ratos y debería haber sido más inquietante.