Bullet train es una locura, desvergonzada, muy desvergonzada. Y ahí reside su mayor virtud.
La película de David Leitch mezcla en una coctelera un mucho de estética steampunk, un poco de anime, un mucho de Michael Bay desatado pasado por el tamiz de Tarantino y el cine asiático, y hasta un poco de Agatha Chrstie (un único escenario, el misterio, los personajes anónimos con pseudónimos...) para crear una cinta adrenalítica y perfecta para disfrutar en el cine con unas buenas palomitas.
Cierto es que la película no tiene una gran historia que contar, y que hay cosas cogidas por los pelos, sobre todo según va avanzando el enredo, y es verdad que apunta en demasiadas direcciones como para acertar siempre, pero sin duda es entretenida y tiene unos actores que se lo pasan como enanos. Joey King, Brian Tyree Henry, y sobre todo Aaron Taylor-Johnson, que es un todoterreno, y un Brad Pitt que demuestra una vez más que no tiene miedo a nada y se atreve con todo tipo de personajes, géneros y estilos.
Una película vacía, pero dentro de las cintas vacías, está bastante bien.

Lo mejor: Su estética y su desvergüenza, y lo bien que se lo pasan los actores (especialmente Pitt y Taylor-Johnson).
Lo peor: No tiene una gran historia, y es un pastiche de demasiadas cosas.