Atentos, jóvenes y no tan jóvenes, fans y casuales, niños y niñas.
Hemos encontrado al sucesor de Uwe Boll en éste séptimo arte: Antonio Hernández, creador de una peste legendaria.
Anécdota: Estaba este humilde servidor haciendo sus quehaceres, de pronto el móvil salvaje vibró y mi delito fue cogerlo. Un amigo me instaba a ver el capitán Trueno. Asegurándome risas inigualables decidí moverme de ciudad para compartir la experiencia. A pesar de gastar mi dinero y mi tiempo (que es lo más importante), viajé por España para encontrarme sentado finalmente delante de la pantalla grande. Debatimos previamente lo que sería una obra maestra de la comicidad española, ni días de fútbol ni fuga de cerebros, nada, Capitán Trueno iba a desbancar a todas ellas. No fue así.
Empujado por el frenesí de la estafa, insté a mi amigo a abandonar el lugar a los veinte minutos de película. Las únicas risas fueron las de los propios empleados del cine al ver allí a los dos únicos subnormales sentados en las butacas 12 y 13 de la fila 6.
Acabando con toda mi voluntad, aguanté hasta el final, yo era un verdadero templario, aquella guerra no podría conmigo.
Finalmente, salimos por la puerta blasfemando, criticando, abusando del lenguaje hostil cual herramienta para nuestro sufrimiento.

Ciertamente, la película es para no ir a verla. No te vas a reír, no te vas a emocionar, vas a encabronarte mucho y empezarás a odiar el cine español, ese amigo que nunca falla.
Los actores son acojonantemente vacíos, sin carisma alguno. No pongo nombres porque voy a respetar la integridad de cada uno, tienen derecho a ser malos actores. La culpa es del productor.
Sobre la fotografía: a mi colega no le disgustó demasiado, pero a mí, sinceramente, no me pareció nada espectacular (aunque estoy de acuerdo en que es lo mejor de la película).
La música. Esto sí me hizo reír en algunas ocasiones. ¡Qué espontaneidad! ¡Qué melodías de subidón en escenas tranquilas y de palabrería! Altamente ineficaz si deseaban producir alguna sensación en el espectador. No había ningún tipo de armonía entre la escena y el tema musical que tocaba. La calidad es tal que en algunas ocasiones me hizo recordar aquellas melodías tan antiguas hechas en formato midi para los videojuegos de hace diez años. Una peste tal comparable a la que hay en el estercolero.
Por supuesto, los efectos especiales me cegaron... por su ausencia.

No quiero gastar más tiempo en esta mierda. Ni siquiera escribiré spoilers porque no merece más palabras esta cosa. Tan solo recordad: La mierda más negra del mundo huele mucho mejor que capitán Trueno y el Santo Grial.