No todo funciona como el mecanismo de un reloj, algo que siempre es imprescindible en las comedias disparatadas y es lo que marca la diferencia entre una agradable comedia y una obra maestra dentro del género pero aun así los aficionados encontrarán aquí muchas razones para regocijarse porque Hall nos presenta una muy estimable muestra para atraer (o espantar, según se mire) a los espectadores que se acerquen a ella.
Con Rosalind Russell y Janet Blair en los papeles principales, la primera, siempre encarnando mujeres fuertes e independientes, mundanas e inteligentes, y la segunda, asumiendo el papel más frágil e inocente, llena de dulzura y candidez, los prototipos de mujer bien podrían recordar lejanamente a las que representaron Jane Russell y Marilyn Monroe en la posterior comedia de Hawks "Los caballeros las prefieren rubias", en el sentido en que una de ellas es la "lista y no tan bonita" y la otra precisa cuidados por su carácter crédulo y enamoradizo, propenso a meterse en problemas a causa de su belleza.
Estas dos mujeres provenientes de Ohio aterrizarán en Nueva York, sin un centavo, con la intención de abrirse paso en sus carreras, la una como escritora (Russell), la otra como actriz (Blair).
Pero sus primeros pasos en la ciudad de los rascacielos no será un lecho de rosas, como no tardarán en comprobar. El primer obstáculo, encontrar alojamiento cuyos precios desorbitados es más de lo que esas humildes campesinas pueden imaginar.
Habrán de conformarse con un estudio cochambroso que un casero vivo y lenguaraz les habrá sabido colar en un vecindario estrambótico donde los vecinos parecen estar chavetas y donde las palabras "propiedad privada" parecen estar ajenas en sus vocabularios.
Mientras buscan trabajo tratarán de aclimatarse a esa forma de vida pero la locura parece ser la dueña de ese rincón donde todos los personajes no hacen otra cosa que entrar y salir como Pedro por su casa, sembrando el caos y llenando de desconcierto a las pobres muchachas.
No toda la trama funciona con la misma regularidad y, a veces, da la sensación de que Hall aplica la máxima de "Cuantas más tonterías mejor" exagerando demasiado en algunas situaciones, al convertir ese estudio en una suerte de camarote de los hermanos Marx que no siempre produce el mismo efecto hilarante.
Pero salvo ciertos momentos en los que parece pasarse de la raya, la cinta se conduce admirablemente presentando personajes muy divertidos y situaciones bien construidas, amén de conducir la trama principal sin perder el Norte, con las mejores réplicas a cargo de Russell que defiende con gran soltura y maestría su papel.
Tengo entendido que Quine realizó un remake de este film que no he tenido ocasión de ver. Ya la veremos algún día. Ésta, me ha resultado bastante grata.
Señalar por último que a Hall parecen gustarle mucho los bailes estrambóticos. En esta película se marcan una conga surrealista y en otra de este realizador "Todos besaron a la novia", hace lo propio con Crawford.
Seguramente, le dieron muchas calabazas pidiendo baile a las chicas en su juventud y ésta es una suerte de venganza contra ellas jejejejeje.