Brad Anderson ha sabido ganarse un hueco en el panorama del terror psicológico, tan necesitado de buenos y novedosos valores. Se dio a conocer con la magnífica y críptica Session 9 (2002), con la que demostró un excelente sentido del pulso narrativo y manejo de ambientes misteriosos y claustrofóbicos. Tales virtudes volvieron a tomar forma en El Maquinista (2004), que era mucho más que la anécdota de los más de 30 kilos perdidos por Christian Bale. Y ahora nos llega Transsiberian, donde Anderson vuelve a hermanarse con España en cuestión de financiación y equipo de rodaje, aunque con un resultado más limitado que en sus anteriores filmes.
Me explico. Transsiberian mantiene algunas de las constantes del cine de Anderson: ambiente claustrofóbico, tensión psicológica fuerte, personajes normales que se ven envueltos en una situación que escapa constantemente a su control, nada de aspavientos ni giros efectistas, etc. Pero en esta ocasión, todos esos factores no funcionan tan eficazmente. Los personajes no son tan atractivos (aunque el reparto defiende bien su cometido) y la historia, aunque tiene un pulso firme, tarda más en arrancar que de costumbre, así que lo que viene después es más que probable que no colme nuestras expectativas. La trama parece quedarse corta, pues sólo parece ponerse en marcha cuando ya ha transcurrido más de media película (lo cual no quiere decir que no sea interesante lo que se nos ha contado hasta ese momento, pero llega a impacientar al espectador). Y aunque se ve con agrado, a veces parece que su armazón renquea, duda, a veces parece que no sabe por dónde salir, y así el interés del espectador se resiente sin remedio.
Aunque no es una mala película, no la considero de lo mejor de Anderson. Se nota su buena mano, su estilo sobrio y su madurez visual, pero tal vez a Transsiberian le falta "punch", le falta una marcha más. Es correcta, pero no más. Antes recomiendo Session 9 o El maquinista, más impactantes y estimulantes.