¿Una secuela de Encantada? Una parte de mi gritaba SÍ, deseando volver a ver a Giselle y compañía. Otra temía que la película que nos entregasen fuese un refrito de la primera o directamente una historia insípida sin magia alguna. Esa parte temerosa se ha llevado una bofetada, y la primera está muy feliz de que el retorno a la magia de Andalasia haya sido capaz no solo de estar a la altura, sino de incluso superar al film original (aunque esto último lo acabarán decidiendo el tiempo y los revisionados).
Desencantada es una secuela audaz y arriesgada. Con la base de dar una vuelta de tuerca a los clásicos cuentos de hadas (como ya hizo en cierto modo su predecesora) desarrolla una aventura que rebosa creatividad y valentía, con decisiones que podrían haber salido mal pero salen muy bien; y que es lo más Disney que se podría desear: números musicales encantadores, una ambientación cuidada al detalle y escenas de magia visualmente increíbles.
Encantada jugaba con la historia de pez fuera del agua y en términos de reinvención de clásicos, la historia de amor y el príncipe azul. Desencantada se inspira en historias como Cenicienta, haciendo énfasis en el personaje y concepto de la madrastra. Además de esto, la película tiene guiños y referencias a clásicos de Disney por doquier.
Amy Adams está espectacular, entregada a un personaje que se nota que le apasiona y al que le tiene muchísimo cariño. Giselle se convierte en un personaje complejo, evolucionando de princesa inocente a madre, y sin perder un atisbo de encanto y carisma. Tampoco lo han perdido Indina Menzel y James Marsden; aunque Patrick Dempsey parece no terminar de encajar por la trama en sí. Morgan se convierte en un personaje fundamental con un arco e historia con Giselle emocionantes, y la nueva villana de Maya Rudolph es digna rival para los protagonistas. En definitiva, todos los personajes son únicos y memorables y son, en el fondo, la clave para que todo el conjunto funcione.
Desencantada es un triunfo absoluto. Viéndola me he sentido como cuando estoy en Disneyland; dos horas de puro disfrute y magia de una manera que sólo Disney sabe hacer.