Alberto Marini debería de ser más crítico para con su trabajo, y Balagueró debería de escoger mejor los guiones sobre los que decide rodar: es imposible hacer una buena película si la historia no se sustenta.

Tosar y Etura, por sí solos, no pueden salvarla. Entiendo lo atractiva que les debió parecer la idea del portero que violenta intimidades femeninas, pero con eso no basta: después de la idea, hay que desarrollar la historia y los personajes. Siempre es la tarea más difícil. Y en esta película la historia está desarrollada a golpe de ocurrencia: los creadores nos castigan con giros de guión forzados para rellenar metraje, sospechosos, como salidos de alegres divagaciones en una noche demasiado larga; y para colmo rodean a la pareja principal de personajes inútiles, apenas hilvanados y que incluso estorban sin ni siquiera hacer uso de la palabra. Una espectacular exhibición de anorexia creativa.

Este conjunto de fatalidades empuja a Mientras duermes hasta los confines de la mediocridad. Para olvidar.

Espero que Marini trate mejor a sus lectores que Balagueró a sus espectadores.