En su momento, cuando un Clint Eastwood de 62 años firmó su mejor cinta, como es "Unforgiven", la gente gustaba de pensar que claro, con un buen guión, un reparto lleno de formidables amigos de perrerías (Harris, Hackman, Freeman), y la calidad técnica que le proporcionaba su experiencia, el bueno de Clint decidía poner fin a su carrera en la élite y apartarse a su retiro dorado, apareciéndo en su tan amado cine de forma esporádica, al estilo de otros mitos (véase Paul Newman).

Pero el resultado no fue éste, sino todo el contrario. Eastwood aprovechó su obra maestra para relanzarse dando rienda suelta a su talento e imaginación. Si hasta entonces fue la economía la que prevaleció entre sus valores, "Unforgiven" le permitió aunar economía e intereses personales.
Y nosotros se lo agradecemos.

Desde entonces, Eastwood, cuál deportista retirado, ha optado por capitanear y dirigir su propio barco, y se ha convertido en uno de esos directores que pueden dar vida a una película al año, y que casi sin esfuerzo dan a todas ellas un nivel bueno (a alguna muy bueno).
Al espectador, tan sólo nos queda seguir disfrutándo con él lo máximo posible.