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Chris Jiménez rating:
8
Action. Thriller A death-hardened cop battles the Hong Kong underworld, including his own brother who joins the bad guys. This progenitor of Woos "heroic violence" films introduces the theme of loyalties between men shattered by a violent world that forces them apart. Only through sacrifice can honor be attained.
Language of the review:
  • es
December 26, 2017
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"¿Te acuerdas de cuando érais niños y jugábais juntos? Jugábais a policías y ladrones...no juguéis a lo mismo en la vida real".
Las sendas de la existencia son inescrutables, ¿verdad?

Hacía cuarenta años el cine llegado de tierras hongkonesas que más lucrativo resultaba de cara a la taquilla seguramente era el de kung-fu y el mezclado con la fantasía, pero todo eso iba a cambiar cuando el 2 de Agosto de 1.986 se estrenara en cines "A Better Tomorrow", un film que de algún modo revolucionaría la industria y causaría gran impacto en la cultura popular de la década, tanto en su país de origen como a nivel internacional, cuya idea original había surgido del mítico productor Tsui Hark (si bien es cierto que se inspiró en la clásica "The Story of a Discharged Prisoner", de Patrick Lung).
Hark se propuso dar un vuelco al "thriller" con este proyecto de largo aliento, pero en lugar de ocupar el puesto tras la cámara decidió ofrecérselo a John Woo, prolífico artesano con el que iniciaría una larga y no muy satisfactoria colaboración que desde sus comienzos había tocado dispares géneros (de la comedia a la fantasía pasando por el drama y la acción) pero cuya carrera estaba irremisiblemente estancada y cuya moral se precipitaba a una depresión. Así, Woo firmaría el guión junto a Hing-Kai Chan y Suk-Wah Leung (tomando de referencia la premisa de "The Brothers", "thriller" criminal hongkonés anterior, y ciertas influencias de la japonesa "Massacre Gun").

De dicho título el director adoptaría lo esencial, la relación de dos hermanos, en este caso Ho y Kit, que han elegido diferentes modos de vivir y de ganarse la vida, el primero en el peligroso submundo de las Tríadas y el segundo como agente de la ley, dos universos completamente opuestos y en constante tensión cuyos efectos a la hora de colisionar son desastrosos y terribles. Durante una primera y concisa parte, Woo maneja con solvencia la intriga propia del cine criminal y la combina con ciertas dosis de melodrama y un simpático humor que llega a resultar algo tedioso.
Entonces la atmósfera y el tono se rompen con el asalto a la casa de Kit y su novia Jackie y la trampa organizada a Ho en un turbio negocio en Taiwán. El motor del film continuará siendo la relación de los hermanos, ahora interrumpida por las heridas y la desaparición de su padre; mientras Kit es devorado por los remordimientos y la sed de venganza a Ho lo invade la culpa y la imposibilidad de huir de los fantasmas de su pasado criminal (representado en la malvada figura de Shing, quien pasa de inocente aprendiz a codicioso jefe de la familia) para rehacer su vida como ciudadano honrado.

Con el personaje de Mark, compañero inseparable de Ho, cuyo pasado le ha dejado unas horribles heridas físicas además de emocionales, Woo aboga por la fuerza de los lazos de la amistad, inquebrantables pese a la adversidad y los giros del destino, al contrario que los lazos familiares, que parecen imposibles de reparar. El conflicto entre Kit y Ho se recrudece por las conexiones que le unen a Shing y que éste se ve incapaz de cortar por lo sano; el drama ganará terreno y con él la profundidad psicológica de unos personajes en esencia estereotipados pero de fuerte carácter cuyas interacciones y emociones guían la trama.
Honor, honestidad, confianza y redención frente a traición, hipocresía, ambición, odio y venganza, todos ellos conceptos, conflictos y máximas que de ahora en adelante formarán parte del universo cinematográfico del director y de los personajes que lo poblarán. Entre tanto, un efectivo equilibrio entre el melodrama y un sentido de la violencia que aterra por su autenticidad y brutalidad; si bien la policía y la mafia son dos entornos opuestos, sus miembros se mueven en una atmósfera igualmente implacable y salvaje, de ahí que se confiera una atención casi obsesiva a cada golpe propinado, a cada bala incrustada en el cuerpo y a cada chorro de sangre brotando de la carne.

Como Huston, Scorsese o Peckinpah (de quien se hereda su estilo abrasivo y sus cámaras lentas), Woo crea una amarga poesía de la violencia humana a través de la perdición, la negación de toda moralidad y la destrucción de la conciencia y el alma en beneficio del poder y la avaricia; también pondrá a prueba su pericia en el movimiento de la cámara y el uso de la profundidad de campo para desplegar unas secuencias de acción excitantes y espectaculares, que quitan el aliento por su realismo, sin olvidar esa envolvente atmósfera de trazos "neo-noir" cuyas tonalidades sombrías, ásperas y abisales pero cargadas de intensidad, elegancia y color recuerdan a las del cine de Ridley Scott.
Actor habitual de films de kung-fu también en horas bajas por aquellos tiempos, Ti Lung brinda una muy correcta actuación junto a Leslie Cheung, ese detestable Waise Lee, la guapa y boba Emily Chu, el propio Woo y dos veteranos del cine chino: Tien Feng y Kenneth Tsang. Pero todas las miradas recaen en un Yun-Fat Chow (hasta entonces mal avenido en la industria) que revela una interpretación arrolladora, llena de versatilidad, carisma y con una facilidad pasmosa para ganarse la simpatía del espectador, ya sea con su imagen y ademanes de chulo empedernido, que todos los jóvenes imitarían, como con sus apariciones más dramáticas.

Gran trabajo de fotografía de Wing-Hang Wong, estimulante música de Joseph Koo y un final emblemático con ese astillero siendo un campo de batalla a base de explosiones, tiros y cadáveres por doquier. Esta feroz, agria, visceral y no menos romántica aventura de crimen y perdición muestra las señas de identidad del cine de Woo para la posteridad, aquel con el que alcanzaría la fama a nivel mundial.
Clásico del género y la década del que han bebido infinidad de futuros cineastas. ¿Hay imagen más icónica del "thriller" asiático que la de Fat escudado tras sus gafas Alain Delon encendiéndose un cigarro con el fuego del billete falsificado? La verdad es que no.
Chris Jiménez
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