Ridley Scott está entre los grandes. Sólo un director de su calibre puede presentar una dramatización en formato casi documental de una historia basada en hechos reales. Su planificación y puesta en escena es brutal, calculada, precisa. Arropado por una fotografía descarnada y por un montaje soberbio, Ridley Scott consigue una película de guerra única y esclusivamente "de guerra", donde lo importante es la batalla, y sólo la batalla. Esta decisión del equipo creativo de la cinta descolocó a mucha gente, que la acusó de tener poco peso dramático, cuando el protagonista de la película es única y exclusivamente la batalla de Mogadiscio.
Un film imprescindible y magistral, con unos niveles de violencia, en algunos casos, muy explícita y descarnada, pero totalmente necesaria para mostrar la brutalidad sin sentido de la guerra.