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pedro_terrero rating:
6
Mystery. Thriller Director David Fincher followed the success of his dark and atmospheric crime thriller Seven (1995) with another exercise in stylish film noir, this time lifting the pallid atmosphere a notch to indulge in a fast-paced trip through the cinematic funhouse. Michael Douglas plays Nicholas Van Orton, a Scrooge-like San Francisco investment banker following in his father's Scrooge-like footsteps. On Nicholas's 48th birthday (the age at which ... [+]
Language of the review:
  • es
April 10, 2015
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Cuando un director viene de declarar sus intenciones con ese alarde de virtuosismo cinematográfico que es Seven, puñetazo en la mesa tras el primer paso en falso de Alien 3, estamos obligados casi a pensar que la siguiente propuesta deberá seguir explotando los recursos que funcionaron al autor, perfeccionándolos pero manteniendo la frescura y el respeto hacia el espectador. Sin embargo, en The Game, pese a que comprobamos felices cómo Fincher se reafirma como un cineasta con un talento sobrenatural para contar historias, esta vez la propuesta argumental se torna un vacía excusa para mantener nuestra atención durante dos horas.

Tan solo un año después de The Game, apareció aquella genialidad llamada El show de Truman. La película de Peter Weir, a nivel argumental, es un cine de pensamiento, de tesis, en el que de verdad poco importa la credibilidad de la trama. Weir nos daba codazos y nos susurraba “imagina ahora que…” con el foco que cae, la lluvia selectiva, el cielo de cartón piedra de ese mundo de mentira levantado en torno a Truman Burbank. La película de Weir, por inmediatez temporal y por su mayor riqueza de contenido, consiguió ser mucho más efectiva en sus aspiraciones de ofrecernos una perspectiva diferente desde la que observar el mundo haciéndonos partícipes de un engaño orquestado hasta el último detalle.

La similar ‘The Game’, por el contrario, tiene un gran hándicap: el mundo en el que se desarrolla la vida de Nicholas Van Orton es real o al menos aspira a serlo, y es en este mundo potencialmente real donde se traza la ironía sobre el feroz sistema capitalista que rige nuestras vidas (Van Orton como el empresario millonario que acaba siendo la víctima de un juego macabro, viviendo en sus carnes la incertidumbre de no saber dónde demonios acabará todo esto). Por ello, el intento de elevar el vuelo por encima de la trama y tomar distancia para encontrar la reflexión a través del juego metafórico, queda frustrado por un contexto que no aspira a ser consecuente o fiel a lo que cuenta, convirtiendo en increíble cualquier intento de verosimilitud.

Por eso me cuesta creer que Van Orton esté a punto de “morir de mentira” en un taxi que arrojan al mar y que en la escena siguiente todo siga como si nada, o que en la parte final los responsables del juego sepan al milímetro cómo y hacia dónde se va a mover el protagonista. Son demasiados disparates como para pensar que es imposible que todo vuelva a seguir siendo normal justo antes de los títulos de crédito, y es entonces cuando llega la decepción, la estafa. Todo es nada, nosotros hemos sido víctimas de un juego, nos dice Fincher. Un juego entretenido pero muy poco estimulante.
pedro_terrero
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