Bajo mi punto de vista esta película hubiera funcionado mucho mejor si el director hubiera hecho una apuesta decidida por la comedia cuanto más alocada mejor. Porque seamos claros, el argumento da para poco y el intento de darle un tono agridulce e incluso trascendente a una historia pillada con pinzas no hace otra cosa que desaprovechar las posibilidades puramente cómicas que parecían emanar del texto.

A la película le cuesta despegar. Reitman abusa de planos intrascendentes como si fuera consciente que hay que alargar una historia cuya esencia no le dura más de una hora. Cuando por fin arranca y el espectador empieza a tener claro que se haya ante un “one woman show” de manual a cargo de una
Charlize Theron en un intento de “michelepfeifferización” forzada uno empieza a hacerse ilusiones de que el nivel de locura cómica puede llegar a ser más que gozoso. Pero pronto las ilusiones se van a ver rotas. Incomprensiblemente Reitman intenta hacernos tragar con el argumento, aplicándole un barniz de seriedad con el que la película acaba navegando (naufragándo) entre dos aguas sin posibilidad de enderezar el rumbo. Notablemente perjudicada, a la película tampoco la ayuda en nada la poca entidad del personaje de Buddy el cual parece increíble que no vea venir a Mavis. Así pues el director acaba cayendo una y otra vez en los lugares comunes representativos de la comedia indi, filosofando sobre la felicidad y el paso del tiempo y rematándolo con un mensaje más ambiguo de lo que en un principio pueda parecer.

Lo mejor: la escena del paseo nocturno por el parque de Mavis y Matt.

Lo peor: la poca gracia que desprende.