Nuevas aventuras del psicópata Jason (Kane Hodder) y su nueva ración de víctimas. Los escenarios no cambian (cabañas en el bosque y noches de tormenta) pero la saga continua como si nada, aunque, eso sí no la aburramos más de lo que ya de por si somnolencia arrastra, y metámosle un rival femenino a la medida del villano. Y es que Tina Shepard (Lar Park-Lincoln) es una adolescente con poderes extrasensoriales (prevé el futuro y encima mueve objetos), con un traumático pasado familiar (su padre muere en uno de sus mentales derrames de ira) la llevarán a ser objeto de estudio de un psiquiatra, el doctor Crews (Terry Kiser, actor recordado por su papel de cadáver en la comedia “Este Muerto está Muy Vivo”). Junto con su madre Amanda (Susan Blu), Tina se trasladará a un lugar tranquilo donde descansa, vaya por donde, el bueno, o malo como se vea, de Jason. Evidentemente no le dejarán conciliar su sueño. Unos vecinos con ganas de fiesta se verán metidos en el meollo de sangre. Así que el machetazo está garantizado.

¿Y para qué contar más? El resto es sabido. El final es de lo más absurdo que he visto en una película de ésta categoría. No sabían cómo terminarlo. ¿Razón de tiempo? Probablemente la culpa se debió a un guión más bien escrito sobre la marcha.