Antes de que me tachen de inculto, hablen de mi falta de sensibilidad y me manden a ver películas de Vin Diesel luciendo cochecito permitidme argumentar por qué no otorgo más de un justo aprobado a Memorias de una geisha.

La película es preciosa, un bello fotograma tras otro con poderosas metáforas visuales. Y para añadir mayor admiración ese sabor añejo oriental que tanto nos gustan y particularmente a mí me gustan, no miento al decir que siempre he sentido fascinación por el Imperio del Sol Naciente, China y el resto de la cultura oriental. Qué demonios, si mi libro favorito es 'El honor del samurai' de Takashi Matsuoka y soy practicante de artes marciales desde niño. Pero es insoportablemente larga, dos horas y media de geishas es mucha tela.

El reparto es fantástico, aunque sólo el gran Ken Watanabe y el siempre malvado super malvado Cary-Hiroyuki Tagawa sean realmente japoneses en un reparto entre chinas y malasias. Todos hacen un papel fantástico, convencedor, enternecedor y que transmite, y personalmente me he enamorado de Li Gong en su papel de niñata geisha. Pero hay un gran PERO. Principalmente sólo pido una cosa a una película, que no me haga mirar el reloj ni desear que termine ya, y contínuamente he visto el reloj, he parado la peli y he hecho otra cosa. Por ejemplo, esta crítica. La película transporta, convence, me hace pensar cómo reaccionaria yo mismo si viviera en el Japón de 1929, pero me he aburrido muchísimo hasta la última media hora.

Un gran final compensa y maquilla toda la historia, pero siendo justos el mismo ritma del principio no puede valer el mismo que el del nude y el desenlace.