Film de impecable factura estética que logra generar la atmósfera inquietante y psicótica requerida por la trama argumental. En este sentido el trabajo del director y del montaje son impecables. De igual modo, la banda sonora se ajusta como un guante a las imágenes que se proyectan en la pantalla.

En cuanto a las interpretaciones, Ewan McGregor realiza un trabajo estándar en los límites de la corrección, dentro de ese estilo que tanto lo caracteriza, y que por mucho que lo intente no consigue superar, que le lleva a transmitir gran indiferencia y por momentos incluso apatía. Naomi Wats realiza un esfuerzo importante, pero estéril, dentro de un film que le reserva poca cuota de pantalla.

La película es ambiciosa, pero trata una temática ya conocida en otros metrajes y por ello no consigue enganchar definitivamente al espectador. Esto hace que un final que debiera sorprender llegue a nuestras pupilas de modo frío y distante. Esto hará que no sea un trabajo especialmente recordado en nuestra memoria porque otros semejantes, que contaban con la baza de la originalidad de la temática, ya han ocupado esa plaza.