Guillermo del Toro siempre ha sido un director que ha jugado a ir a contracorriente de lo que se dicta en Hollywood; por esto no es de extrañar que, en este film, nuevamente vuelva a jugar con mundos oníricos a los cuales él le quiere dar un toque de realidad.
Los títulos de crédito son interesantes. A partir de allí empiezan cosas que no funcionan del todo bien: la rutina de la protagonista (era necesario saber cómo se alivia por las mañanas...), su trabajo, sus idas y venidas, y de golpe nos presentan al monstruo. Y mira que ya es casualidad que la única que conecta con él es ella (manda huevos, nunca mejor dicho). Es a partir de aquí que todo empieza a parecer un batiburrillo con mucha agua, un malo de pandereta, muchos personajes desdibujados, algunas escenas algo gores, y sobre todo, querer parecerse a Burton..... pero para mal. No se podrá negar una buena ambientación y una cuidada banda sonora, pero de aquí a considerarla una de las mejores películas del año, eso es pasarse tres pueblos.