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Tajikistan Tajikistan · Demonlandia
Neathara rating:
4
Drama. Fantasy. Adventure Edward Bloom (Finney) has always been a teller of tall tales about his oversized life as a young man (Ewan McGregor), when his wanderlust led him on an unlikely journey from small town in Alabama, around the world, and back again. His mythic exploits dart from the delightful to the delirious as he weaves epic tales about giants, blizzards, a witch and conjoined-twin lounge singers. With his larger-than-life stories, Bloom charms almost ... [+]
Language of the review:
  • es
April 16, 2010
145 of 232 users found this review helpful
Soy de las que disfrutaron mucho con el periplo gótico de Tim Burton previo a su conversión al mundo Amélie. De "Beetlejuice" a la genialísima "Ed Wood", su universo gobernado por el negro, los cuadraditos, las espirales y los árboles retorcidos me parecía un oasis donde refugiarnos una vez al año del panorama ultra-convencional que solía presidir las carteleras. Ahora que tenemos al alcance de la mano tanta diversidad, quizás no se entienda a menos que se hayan vivido los tiempos en los que o ibas al cine o ya podías encomendarte a dios y al diablo para ver un estreno americano. En efecto, en aquellos tiempos, el cine de Burton era único.

No me gustaría ser este tipo de persona que no perdona la evolución de sus divos cinematográficos, pero para mi consternación y aunque me ha costado hacerlo, le he tenido que retirar el crédito al Tim Burton de los colorines. No más tripis en mi bar, caballero. En mi opinión, los guiones de sus películas nunca fueron su fuerte, no así su diferenciada estética. Pero al entrar en el universo Teletubbie que le gusta ahora, destacan aún con más fuerza las eternas debilidades de diálogos y guión. Y no, señor Burton. No por saber rimar, eres un poeta. No por exponer a un personaje a situaciones surrealistas eres Lewis Carroll. No por soltar frases misteriosas eres enigmático. Y no por enumerar acontecimientos eres un narrador.

Porque eso es "Big Fish": una enumeración de hechos forzadamente poéticos con abuso de estética de cuento y personajes planos como hojas caducifolias. Ni siquiera hay una cohesión entre los hechos, es sólo una sucesión. La emisión de imágenes abusivamente bonitas acaba resultando tóxica: embota el entendimiento, adormila la capa superficial del espíritu y no arraiga más allá porque la cosa es más falsa que un duro de ocho. Esta Amélie iniciática no brota con naturalidad del seno creativo del hombre que parió a Eduardo Manostijeras.

Pero lo peor es intuir lo que en el fondo ha debido pasar: Burton, que era un gran cuentista, se ha convertido en un pésimo contable. Así, no.
Neathara
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