Lo dice el patafísico y saxofonista y escritor Boris Vian "Sólo existen dos cosas importantes: el amor, en todas sus formas, con mujeres hermosas, y la música de Nueva Orleans o de Duke Ellington”. Y Allen hubiese añadido: "Y de Gerswhin". Es la frase que definiría gran parte del espíritu de "Manhattan". En una sociedad poblado por humanos insensibles, egoístas e infantiles, la pedantería se convierte en un artefacto burlón, en un laberinto conceptual en el que la flecha directa de la Sinceridad -encarnada por el personaje de Hemingway- se topa constantemente con paredes, pasadizos y puertas falsas, pero nunca con algo auténtico, por lo menos en el corazón de ninguna de estas boquitas banales que reniegan de la sinceridad como renegarían de una conversación en la que no pudiesen mencionar al menos a cinco de sus artistas atormentados favoritos.

Odiosos, juguetones, enamorados y encantadores, los seres que pululan por "Manhattan" son, como sospechamos al final, apenas una mínima vibración existencial en el perfil impecable de una Nueva York eternamente amanecida.