Importante leñazo el que se marcó Bertolucci. Dispone de todos los medios posibles, una cantidad ingente de recursos económicos y artísticos y el resultado es pobre.

La dirección de foto y el diseño de producción y vestuario son deslumbrantes, pero eso por si solo no hace una película, ya lo sabemos. Bertolucci intenta construir su "Lawrence de Arabia", su "Doctor Zhivago", pero no alcanza el nivel mastodóntico (moral e histórico) de la primera ni entrañable de la segunda. El guión es de un básico preocupante y salvo un primer tramo más o menos construido con sentido, el resto se despeña por el lugar común, la unidimensionalidad y, consecuentemente, el tedio.

Las carencias no acaban ahí, llevándose la palma una puesta en escena muy, muy antigua, impostada, exagerada, cursi, con una música tremendista por un lado y la imagen barroca por otro. Una puesta en escena temerosa de no abarcar todo, lenta, sin valentía. Tan antigua es, que el paso de los años la está relegando de forma cruel al cajón de las películas sobrevaloradas sin remisión ni posible debate. Por no haber, no hay tampoco sello autoral reconocible más allá de una tibia preocupación política que pedía a gritos ser el meollo de todo y que se queda en una mera enumeración de hechos históricos.

Por mi parte, una revisión fatal, ya ven,