Así resume la película su protagonista en el último minuto, convertido en formador de futuros astronautas de la NASA.
Es verdad que la película no sorprende, en el sentido de que su desenlace es esperable y te hace sentir bien después de más de dos horas de compartir vida marciana con el protagonista. También es cierto que está muy bien realizada por su director, experimentado en este tipo de producciones. Aunque lo más notable de la película es ese empeño del ser humano por aferrarse a la vida, cada uno a la suya, por imperfecta que resulte. Nacemos con ese instinto de supervivencia que saca lo mejor de nosotros mismos en los momentos de crisis y de tensión. La creatividad de cada uno no tiene límites, aunque es necesario ponerla a prueba para que aflore en plenitud. También deja entrever que para poder aflorar el ingenio es necesaria una base formativa amplia, ese saber que no ocupa lugar, pero que se vuelve imprescindible a la hora de plantar patatas, calentar un habitáculo o producir agua. Tareas aparentemente sencillas, pero necesitadas de una base teórica sólida.
Por último, la consistencia del trabajo en equipo supera una vez más las individualidades, idea con la que estoy plenamente de acuerdo.
Muchos pasajes de esta película me recordaron a 'Cuando todo está perdido' protagonizada por Robert Redford, que naufraga poco a poco en su velero, al tiempo que aplica soluciones increíbles ante unas condiciones que se vuelven en contra una y otra vez. Aunque en esta ocasión no dispone de equipo que le respalde ni que le rescate.
Matt Damon está a su altura, que es mucha. El resto de protagonistas le acompañan.
Las dos horas y pico de metraje te mantienen en tensión, sin bajones pronunciados en ningún momento. Entretenida. Particularmente tuve la suerte de verla en 3D que siempre te aporta otra dimensión a las imágenes, las cuales disfruté, aunque no existen demasiadas escenas de la que saltan objetos de la pantalla a la cara de los espectadores.