No hace falta decir que John Boorman es uno de los directores más espléndidos que nos ha regalado el séptimo arte en los últimos cuarenta años. En la variada y nutrida filmogafia del director se contempla calidad por todas partes, no obstante, la que supuso su primera película en la industria, no resultó estar a la altura de sus futuros proyectos.

El film nos narra en forma de thriller una sencilla trama de un hombre movido por la venganza, interpretado por Lee Marvin, cuya fuerza y masculinidad están fuera de cualquier duda, pues se desenvuelve perfectamente en su rol.

Pese al buen hacer de Marvin y de su buen planteamiento, el resultado final se nos puede antojar algo irregular. Estamos ante un film que, por momentos, su ejecución es brillante, manteniendo un fuerte pulso narrativo caracterizado por su magnánima intensidad. Por desgracia, esto no ocurre en todo el metraje del film, pues a ratos no está tan bien llevado a cabo, haciendo que el espectador se pierda o no mantenga el mismo interés por la trama.

No se puede negar que estamos ante un thriller de cine negro más que correcto, pero resulta estar lastrado en su montaje, pese a no ser un film muy largo. La película combina momentos implacables y de un excelente acabado gracias a su intensidad, junto con otros que dejan mucho que desear. Tal vez sea también el paso del tiempo el que haya echado a perder algo la calidad del film, pero como thriller de cine negro hay opciones mejores, pese a que en su época debiera de tratarse de un film rompedor.