Es una película muy física y en la que casi son tres los que comparten el vagón (ellos dos y el espectador). Te sientas en esa cabina y ya vas acompañándoles durante todo el trayecto que también incluye sus peripecias en tierra entre traqueteo y traqueteo… Tiene un paisaje apabullante en cuanto al frío que lo envuelve y también su precariedad -trago va y trago viene- pero ello no es óbice para que entremos en calor en pleno temporal de nieve: aquel que nos contagia la pareja protagonista en su viaje iniciático, porque buscar unos restos esculpidos en las rocas, de hace ya un montón de años, puede ayudarnos también a descubrir nuestros ancestros, históricos o personales... Y además tiene la virtud, esta pequeña gran historia, de no estereotipar roles en cuanto a sexualidad y su modo de mostrarla, ejercerla o sentirla y hasta incluso evitarla.