Una cosa que da mucha, pero mucha rabia, es la poca sangre que tiene el personaje de Keanu Reeves. Al margen de alguna incongruencia (que comentaré más adelante en el spoiler), uno espera ver casi al personaje de Dustin Hoffman en "Perros de paja" de Peckinpah, cuando te encuentras casi al personaje de Jesucristo en "La Pasión" dirigida por Mel Gibson.
En el camino de Keanu se cruzan dos miembros de la sección femenina de la ONG "Hij@p... Sin Fronteras", ya que le hacen la vida imposible, perrerías sin cuento, vaciladas por la cara, crueldades mil... y todo porque sí, porque ellas lo valen, porque les da la real gana, y eso (la vejación y la saña gratuita) es lo que de verdad espanta en esta peli. El mal porque sí. Sin que medien motivos más o menos comprensibles como ajustes de cuentas, venganza, celos o envidias.
Un par de guantazos y otro par de patadas en el trasero y que vayan a molestar a su meretriz madre es lo que merecen este par de niñatas (correctamente interpretadas por De Armas e Izzo, aunque a veces se pasen de frenada) para que se les pasase la tontería. La actitud de Reeves no se entiende en su rol de buen samaritano (la verdad es que le pierde el exceso de educación, de formas) lo que hace que su papel caiga casi en la caricatura.
Genial la frase final de la cinta-que la dota de un grueso humor negro- pronunciada por el niño, que explico ahora en el spoiler.