Finalmente podemos disfrutar de una película donde las palomitas y la aventura son dos de sus puntos fuertes, y es que mientras vemos a Momoa en su periplo de autodescubrimiento, las palomitas y el agua van corriendo alegremente entre risas y alguna que otra carrera y acrobacia. De pronto, se hace la sorpresa y el crujir del engullir palomitero se detiene y conforme el baile creativo y de efectos especiales empieza a correr libremente, como el agua, sin control por la pantalla, las amadas palomitas bailan sin detenerse por las gargantas de los espectadores, rápidas y veloces, de vez en cuando interrumpidas por el joven gracioso que destaca lo que ya todos vemos o por el sorbo de una cola burbujeante que se ha ido por la nariz. Cuando por fin la trama se pone espesa y lenta, dando un respiro a tanta sorpresa, y relajándonos en la butaca, el crujir de las palomitas cesa en casi su totalidad. Sin palomitas y algún que otro picor en el trasero, empieza el tirón final, de carreras, volteretas, golpes, acrobacias, efectos y gracias para acabar al más estilo hollywoodiense. Al final todos contentos, aunque la queja general, es el del tiempo, demasiado larga, pero si uno se va contento en esta experiencia Aqua-Palomitas Power, eso es lo de menos.