Por muchos años que pasen, me seguirá pareciendo esta historia, una maravilla del séptimo arte. Lo curioso es que lo hace desde el fondo del armario, sin efectos especiales, sin grandes pompas, sin un reparto multitudinario.
Rob Reiner aprovecha las grandes actuaciones del dúo protagonista, en especial la oscarizada Kathy Bates en su papel de loca enfermera-psicópata. Y por otro lado James Caan, como el sufrido escritor-paciente. Magnífico lo que se ha logrado de una historia sencilla y simple. Un escritor, un accidente, una fan y un infierno. Todo en uno.

La fotografía es impresionante, invito a aquellos que ya la han visto a que vuelvan a disfrutarla, y a los noveles también. Unos planos maravillosos, aprovechando la nieve, el sol, el reflejo, el viento. Algo tan simple como lo que nos cede la madre naturaleza. La cámara la coloca muy inteligentemente, en el frontal del coche, preparando al espectador para el accidente. Las caras, los gestos, las miradas, los objetos importantes, ( pinzas, pastillas, cuchillo, pingüino ), todo se intensifica y se engrandece ante la importancia posterior.
A medida que se desarrolla la historia, el film entra en una atmósfera entre tensión y miedo, provocando la incertidumbre y esperando con anhelo el desenlace final, debido a la situación tan complicada y difícil de resolver, en la que se encuentra el personaje de James Caan.

Sin duda una obra maestra en su género, llevada al cine 3 años después de ser escrita por Stephen King.

Por cierto, siempre es un placer ver en pantalla a Lauren Bacall.