Con una larga y sólida carrera como actor, John Carroll Lynch debuta como director con una película de temática crepuscular, una sesuda y profunda reflexión sobre el paso del tiempo y la muerte, que por azares del destino terminó convirtiéndose en el testamento fílmico de su protagonista, el inolvidable Harry Dean Stanton.

Lucky es un hombre que cruzó la barrera de los 90 años, vive solo y cada día sigue una misma rutina, al despertar realiza algunas repeticiones de unos ejercicios de yoga mientras escucha música de mariachi, se asea y sale a desayunar.

Por las tardes mira programas de concursos en la televisión y resuelve crucigramas, y termina las noches en el bar tomando un bloody mary. Pero una mañana esa rutina se verá frenada por un repentino desmayo que lo llevará a replantearse su vida y aceptar que la mayor parte de su vida ya ha pasado.

Centrado en la figura de Harry Dean Stanton, John Carrol Lynch lo muestra en su diario andar por las calles del pueblo seguramente fronterizo donde vive, rutinas llenas de lucidez, pero no exentas de cierto humor donde el viejo Harry se apropia del relato en su totalidad, recargando sobre él mismo todo el peso y casi cada plano de la película,

Como un gran plus, la invaluable presencia de David Lynch como el amigo de Lucky, devastado por la desaparición de su tortuga Roosevelt, su compañero de vida, en una interpretación llena de ingeniosos diálogos y situaciones propias de él.

John Carroll Lynch ha conseguido a los 53 años una ópera prima contundente, una piadosa mirada al ocaso de la vida, en un relato lleno de sensibilidad, muy emotivo y de una profunda humanidad, que nos deja una gran cantidad de momentos inolvidables de un gigante como Harry Dean Stanton, tras su paso a la inmortalidad.

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