En su séptimo largometraje, el realizador colombiano Rodrigo García se aleja del universo femenino, que ha sido el tópico más frecuente en su filmografía, para relatar un pasaje bíblico desde un punto de vista muy personal.

Dicho pasaje son las tentaciones de Jesús (Ewan McGregor), quien después de pasar en ayuno cuarenta días y sus noches en el desierto, tiene un encuentro con el Diablo (al cual interpreta el mismo McGregor) y en donde se encuentra lo mejor del filme.

Pero además, Jesús se topará con una familia a la que deberá ayudar, formada por un padre hosco (Ciaran Hinds), un joven hijo que desea viajar y conocer Jerusalén (Tye Sheridan), y una madre enferma (Ayelet Zurer).

La premisa de la película es por demás interesante y tiene en esos momentos de dudas por parte de Jesús y los cuestionamientos del Diablo, momentos que son por demás disfrutables, pero en la interacción de Jesús con la familia, todo en un momento se vuelve repetitivo y anodino.

La puesta en escena de García es sobria pero contundente, potenciada por la fotografía de Emmanuel Lubeski y un Ewan McGregor cumplidor, pero el relato se detiene en un guión que se agota llevando el relato a un último tramo recargado y soporífero.

Así, Rodrigo García propone un giro en su filmografía interesante, arriesgado pero no del todo logrado.


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