La época de los años 60 con la guerra fría y los criminales nazis huidos por los diferentes países del mundo es una fuente inagotable para el cine. A los espectadores que nacimos por esa época o antes nos tienen ganados a poco que hagan un pequeño esfuerzo. Hay que reconocer que este esfuerzo lo hace el film del cual ahora pretendo escribir una critica, que curiosamente no es lo mismo que criticar. Paradojas linguísticas aparte, la historia, inventada, quede claro, de la captura de una médico nazi carnicero en el peor de los campos de concentración alemán resulta muy interesante.

La reflexión que se hace sobre la verdad o la mentira en la película está resuelta con un pulso y una honestidad admirables. No quiero decir con ello que estemos ante un gran film, pero sí ante uno mucho más que digno. La relación, entre el trío protanista y de este trío con su monstruoso cautivo está muy bien tratada. El paso del tiempo entre los dos escenarios temporales de la película, el de los 60 y el actual, también está muy bien llevado. Por último, una reflexión que comparto con la película: los hijos nunca llegamos a saber cómo son realmente nuestros padres.