El objetivo de esta tercera entrega es finalizar lo que Matrix reloaded dejó a medias. Por fin presenciamos el desenlace final estructurado por los directores en una sucesión de escenas que finalizan todas las diferentes tramas que quedaban abiertas; la invasión de Zion por las máquinas, la respuesta de Neo acerca de cuál es su destino y la lucha definitiva con el agente Smith.

Si en el título de mi crítica pongo “final” entre interrogantes es porque creo que en la película quedan cosas sin resolver. No me extrañaría (aunque espero que no), que los Wachowski se embarcaran en algún futuro no muy lejano en una “Matrix Resurrectión”. Reconozco de todas formas que como punto álgido nadie negará que la entrada de las máquinas en Zion es una larga pero espectacular escena de acción pocas veces vista en otros largometrajes; un derroche visual para los sentidos.

No obstante tanta grandilocuencia no evita que haya una atmósfera general de agotamiento. Visualmente es espectacular, pero cuando este hecho no va acompañado de una sólida base argumental se corre el riesgo de parecer vacío y repetitivo. Aquí sobra mucho Zion y falta Matrix.

Mi relativa admiración por esta revolutions va más por el triunfo técnico del conjunto que por las emociones que evoca. Se puede aceptar que es una entretenida cinta siempre que dejemos de lado las preguntas filosóficas planteadas en la original Matrix. Si olvidamos la lógica y no tenemos en cuenta la continuidad con las otras dos anteriores entregas no cabe duda de que esta película es un buen logro en el cine de acción, sobre todo en el visionado de la segunda hora, ya que el principio, al contrario que ocurría en la primera y en la segunda película, las primeras secuencias dejan mucho que desear. Los personajes deambulan a la deriva interrogándose sobre el futuro que les espera. Parecen estar cogiendo fuerzas para lo que les depara el argumento, pasar olímpicamente de resolver muchas de las dudas planteadas y centrarse en consumir casi media parte del filme en una batalla bien resuelta pero carente de novedades emocionales.

Cuando los tres protagonistas no están en la pantalla la trama decae de manera irremediable. Reconozcamos de todas formas que Keanu Reeves cumple en su papel de salvador mesiánico y sigue alegrando la vista (especialmente al género femenino), Carrie-Anne Moss aporta esa belleza y frialdad fuera de todo canon actual y Lawrence Fishburne deja claro que es un buen actor aunque se siga metiendo en kilos (qué lejos queda cuando lo vimos en la inconmensurable Apocalypse Now).

Puede que esta manera de poner punto y ¿final? a la trilogía, dejando en el aire respuestas a la intriga suscitada le pueda parecer a parte del público y de la crítica en general una manera muy inteligente de suscitar polémica. A mi entender es una triste escondida de mano después de tirar una gigantesca piedra.

De todas formas te doy las gracias Neo por elegir la pastilla roja.