“Chicogrande” ofrece la cara íntima de un personaje épico que vive intensamente un momento histórico por su cercanía al jefe revolucionario mexicano Pancho Villa, en el México de 1916.

Contrariamente a la habitual atención que el cine depara al héroe renombrado (Che Guevara, Alejandro Magno,…) aquí el objetivo es un secundario de ficción que no ofrece el carisma del líder ni arrastra masas, ni tiene el don de la palabra. Alguien cuyas principales virtudes son la fidelidad y la capacidad de compromiso. Nada menos.

El propósito del film no es loar los triunfos de ningún ídolo, sino escenificar las condiciones vitales de los diferentes bandos sobre el terreno. Una población mexicana oprimida e inculta que simpatiza con la revolución. Un ejército del gobierno debilitado, en manos de un apoyo exterior del que recela tanto como lo necesita. Un invasor que declara su fervor democrático al tiempo que impone durísimos sistemas de coacción para el control del país.

Quedan en la memoria muchas de las duras escenas exhibidas y una frase repetida permanentemente con una cadencia que refleja el apasionamiento violento, el hastío, la perplejidad y el esfuerzo de persuasión de un oficial americano que nada tiene de caballero. Where is Villa? Como casi un siglo después deben de estar preguntando otros uniformados en tierra extraña y desafecta, cambiando sólo el nombre propio por otro de resonancias árabes.

El relato sigue un ritmo vivo, inquietante al tiempo que contenido. La fotografía, el escenario y la ambientación visual y sonora sitúan con precisión e inmediatez al espectador en un lugar que antes le era espacial y temporalmente ajeno. Los actores aportan credibilidad. Es cine: una historia que emociona plasmada en imágenes.