Me gusta ese cine francés que unos acusan de literario en exceso y del que los más reacios dicen que se ve crecer a la hierba. Esta es una película muy en la línea de Rhomer, en la que se dan cita un manojo de personajes que nos muestran sus pequeñas vivencias. Sólo que aquí el tema de fondo es quizás más profundo; no se queda en unos cuantos amoríos entrecruzados, como suele ocurrir con el creador de "Pauline". Aquí los objetos adquieren un capital protagonismo. Hay una casa que desmantelar. Una casa que ha albergado importantes momentos de unas vidas. Algunas cosas son dignas de un museo y otras se reparten entre los hijos y el servicio como recuerdo. Hay un hijo, el más sentimental, que lo sufre más. Los otros están lejos. Luego irrumpe la siguiente generación, la de los nietos. Su vivencia del tiempo pasado es ya sólo un pálido reflejo. Las vidas pasan y algunos jirones quedan adheridos a las cosas. C'est tout.