Llena de mágicos momentos, este requiem es una de las obras más sorprendentes de los últimos años, y desde luego merecedora de todas las loas dispensadas.

Con una banda sonora atrapante y cautivadora Aronofsky nos mete de lleno en los sueños de un grupo de vidas a través de las diferentes estaciones del año, en consonancia también con el estado anímico del alma de cada uno de ellos en su viaje hacia la autodestrucción.

Obra conceptual, sobre los sueños truncados, y la desidia y abulismo consiguientes que llevan al ser humano hacia las simas más profundamente desoladoras.

Misa fúnebre o requiem en memoria de los sueños vírgenes narrados al ritmo de un dirge como el de Lux Aeternam.

Una madre (espléndida Ellen Burstyn) llena de desasosiego por la ausencia de un marido muerto y un hijo yonki (sorprendente Jared Leto) siempre ausente por sus trapicheos, se aferra a la vida obsesionándose y soñando con la asistencia in situ a un programa de tv sensacionalista y denigrante (ácida y más que acertada crítica de Arofnosky)...


Mientras la clase de sueños de su hijo son otros...conseguir hacer dinero con la droga y llevar una vida digna junto con su novia (maravillosa Jennifer Connelly) y su socio de trapicheos rateriles (Marlon Wayans)...

Los sueños muchas veces no se cumplen y quedan truncados, así que tu vida queda atrapado en una especie de marasmo de ignominia y a veces hasta de estulticia.

Con unos sorprendentes movimientos de cámara, slow downs y quicks ups, el cineasta nos habla de los sueños, tema recurrente y manido con una exposición tan apabullantemente brillante que realmente bloquea tus sentidos e incluso te hace identificarte tanto con los personajes que al final es como si despertaras de una pesadilla con la camisa empapada en sudor por la conmiseración y empatías establecidas.

Genial obra maestra de vanguardia a cargo de este cineasta desconocido para mí hasta hace bien poco.