Cuarta entrega de la que bauticé entonces como la hermana pobre de "La Guerra de las Galaxias", es decir, "Star Trek", y al parecer una de las más exitosas de la toda la franquicia. Con casi 170 millones de dólares recaudados logró el quinto puesto del mercado norteamericano. Es decir, que estaría a punto de jugar la UEFA, si el ganador de la Copa del Rey ocupara un puesto superior, cuando la UEFA era un torneo serio y no la porquería que han dejado en la actualidad para contentar a los equipos medianos. Sea como fuere, la película tiene un aspecto visual más moderno, de hecho tuvo cuatro nominaciones a los Oscars por aspectos técnicos pero lo más sorprendente de todo es que a los creadores se las va a la olla, con un trama extraña con un viaje en el tiempo a 1986 y un desarrollo que cambia la ciencia ficción en comedia de los 80.

No obstante, "Star Trek IV" resulta simpática porque no tiene excesivas pretensiones y porque por una vez, sustituyen los sesudos diálogos de los personajes por charlas ligeras, autorreferencias culturales y el contraste entre un futuro lejano hipertecnológico del siglo XXIII con la realidad del San Francisco de 1986. Aunque he de decir que hay un momento de terror cuando desde el cuadro de operaciones nos informan no sé qué en... Leningrado. Es decir, que en el año 2286 ¡La Unión Soviética habrá resurgido de sus cenizas!, cambiando de nuevo el nombre de San Petersburgo por Leningrado, la ciudad en honor de Lenin, ese notorio criminal, líder de la Revolución de Octubre de 1917 y padre de la Rusia Soviética. En fin, este episodio ballenero-ecologista no pasará a la historia de la ciencia ficción pero puede entretenernos unas dos horas.