Puede que la mejor película de la década del 2000 y del presente siglo, "Diamante de sangre" no es sólo una cinta de aventuras o sobre el tráfico de diamantes, sino una denuncia de las brutalidades propias del continente africano y el olvido al que se le ha sometido por parte de potencias, medios de comunicación y opinión pública en general, todo ello simbolizado en Danny Archer un héroe olvidado, doliente, perdido, melancólico, interpretado de modo sensacional por Leonardo DiCaprio.

Con la guerra de Sierra Leona, las industrias diamantífiras, los ejércitos mercenarios, la explotación más bestial, los niños soldados, la desidia de occidente, todo ello como telón de fondo, los personajes de esta cinta van en busca de su Santo Grial particular que les puede sacar del infierno de África en una travesía iniciática que se vuelve redención.

Rodada de forma admirable, con un gran realismo, la obra está llena de escenas muy buenas. Por ejemplo, los combates son de una vivacidad insuperables: el ataque a Freetown, es realmente genial. Al ver esa escena no pude dejar de exclamar "¡Edward Zwick tenía que ser!", director que en "Tiempos de Gloria" nos dejó batallas de una espectacularidad difícilmente superables.

Si a eso añadimos, la terrible historia de Salomon, la belleza elegante de Jennifer Connelly, la excelente fotografía, los diálogos tan acertados, la profundidad de los personajes y un magnífico final, nos sale una película redonda.

Y pensar que ni Zwick, ni "Diamante de sangre", fueron nominados a los oscars como mejor director y mejor película para dárselos a Scorsese y a su bodrio infumable de "Infiltrados" es para tirarse de los pelos de desesperación.