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Sandro Fiorito rating:
8
7.4
2,897
Drama
In a British Army "glasshouse" (military detention camp) in the Libyan Desert, the prisoners are British soldiers convicted of service offences such as insubordination, drunkenness on duty, or profiteering, and are subjected to repetitive drill in the blazing desert heat. The arrival of five new prisoners slowly leads up to a clash with the camp authorities.
Language of the review:
- es
August 19, 2011
9 of 10 users found this review helpful
El sufrimiento, las injusticias humanas y el agotamiento físico y psíquico son elementos muy recurridos en el cine que por su complejidad son difíciles de ser transmitidos con éxito. En la cinta de Sidney Lumet “The Hill”, la prueba no sólo se supera con creces sino que su resultado se consolida como una base de lo que en el futuro daría más películas cuyo argumento mostraba las mismas intenciones. Soy defensor de las buenas presentaciones de todo personaje de una historia. En una película no pueden decirnos el nombre de fulano de tal y echar a correr con el argumento.
Aquí, conocemos a todo el grupo durante los primeros compases del metraje debido a una magistral presentación que consigue que aún mucho tiempo después de haber visto el film, recordemos las férreas personalidades de todos y cada uno de los involucrados en la trama. Y con esta mezcolanza tan descriptiva sobre los roles interpretados aquí, más todo un intencionado y conseguido agobio que se plasma en la atmósfera del film, comienza la película.
Nos encontramos durante el transcurso de la Segunda Guerra Mundial, bajo el sol abrasador de una prisión militar del ejército británico, situada en El Cairo y encabezada por un cruel grupo de sargentos y un comandante de muy dudosa vocación. Soldados de distinto rango condenados a diversas penas son llevados ante el sargento jefe Wilson (Harry Andrews), quien después de una despótica e imponente presentación personal cuya principal intención es la de amedrentar a sus nuevos huéspedes, pasa la batuta a un todavía más desagradable sargento, Williams (Ian Hendry), quien se hace con la misión con la misma ansiedad y placer que un perro tentado por un hueso. El grupo de los prisioneros está formado por Joe Roberts (Sean Connery), un suboficial condenado por insubordinación sobre el que caen todas las miradas, al ser el tradicional personaje que llega con la estela de héroe y hombre de iniciativa; el desertor George Stevens (Alfred Lynch), que lo único que quiere hacer es volver a casa con su mujer; el orondo, cobarde, simpático y alegre Monty Barlett (Roy Kinnear), condenado por robo; un gigantesco Jock McGrath (Jack Watson) apresado por agresiones; y Jacko King (Ossie Davis), un negro cuyo color de piel le traerá más de una complicación en presidio.
(Sigue en el SPOILER sin desvelar detalles del argumento, por falta de espacio)
Aquí, conocemos a todo el grupo durante los primeros compases del metraje debido a una magistral presentación que consigue que aún mucho tiempo después de haber visto el film, recordemos las férreas personalidades de todos y cada uno de los involucrados en la trama. Y con esta mezcolanza tan descriptiva sobre los roles interpretados aquí, más todo un intencionado y conseguido agobio que se plasma en la atmósfera del film, comienza la película.
Nos encontramos durante el transcurso de la Segunda Guerra Mundial, bajo el sol abrasador de una prisión militar del ejército británico, situada en El Cairo y encabezada por un cruel grupo de sargentos y un comandante de muy dudosa vocación. Soldados de distinto rango condenados a diversas penas son llevados ante el sargento jefe Wilson (Harry Andrews), quien después de una despótica e imponente presentación personal cuya principal intención es la de amedrentar a sus nuevos huéspedes, pasa la batuta a un todavía más desagradable sargento, Williams (Ian Hendry), quien se hace con la misión con la misma ansiedad y placer que un perro tentado por un hueso. El grupo de los prisioneros está formado por Joe Roberts (Sean Connery), un suboficial condenado por insubordinación sobre el que caen todas las miradas, al ser el tradicional personaje que llega con la estela de héroe y hombre de iniciativa; el desertor George Stevens (Alfred Lynch), que lo único que quiere hacer es volver a casa con su mujer; el orondo, cobarde, simpático y alegre Monty Barlett (Roy Kinnear), condenado por robo; un gigantesco Jock McGrath (Jack Watson) apresado por agresiones; y Jacko King (Ossie Davis), un negro cuyo color de piel le traerá más de una complicación en presidio.
(Sigue en el SPOILER sin desvelar detalles del argumento, por falta de espacio)
SPOILER ALERT: The rest of this review may contain important storyline details.
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Spoiler:
Todos ellos deberán convivir o, mejor dicho, sobrevivir, entre los gruesos muros de la fortaleza coronada por una colina artificial realizada con las manos de sus propios prisioneros. Esta colina es el destino de los castigados o de aquellas víctimas del despotismo injustificado de sus carceleros, y subirla y bajarla continuamente bajo altas temperaturas puede ser una de las peores experiencias para vivir. Algunos como el sargento Harris (Ian Bannen) parecen demostrar mejor corazón ante esta medida, y desde sus acciones reflejan el rechazo ante el trato inhumano. La película hace experimentar al espectador la dureza y lo injusticia a la que se puede someter a un ser humano por el motivo que fuere, y lo hace con el acierto y la contundencia de un estilo narrativo rico y directo que se apoya en el buen guión escrito por Ray Rigby (“Operación Crossbuy“, 1965), quien habiendo servido como soldado durante la Segunda Guerra Mundial en prisiones militares, obtuvo el conocimiento suficiente para escribir la historia de “The Hill”. Todo transpira verismo y no hay cabida para la exageración, lo que da como fruto un auténtico despliegue que representa lo peor del ser humano: su falta de humanidad, el orgullo desmesurado, la ausencia de principios, la crueldad, el imponer algo como ejemplo y después hacer uno mismo exactamente lo contrario…
Todas las interpretaciones son excepcionales y disfrutan de un protagonismo parejo, por lo que destacar a los mejores se antoja difícil. Un espléndido Sean Connery, el despreciable papel de Harry Andrews y un Ian Hendry venido de menos a más durante el transcurso de la película puede que sean los trabajos más a remarcar de esta obra, pero insisto en que la totalidad de sus componentes rayan a gran nivel. La total ausencia de música durante toda la película aumenta la sensación de vacío y abandono por parte de sus protagonistas. Esto significa bastante teniendo en cuenta que una banda sonora siempre influye en el resultado de una escena, pues los compases de una buena melodía siempre pueden moldear a su antojo las sensaciones que se quieran dibujar: aquí, sin una sola nota, se logra todo esto y más, señal del inmenso trabajo de Sidney Lumet (“Serpico“, 1973) en la dirección, su laborioso guión y unos papeles memorables.
Sus escenarios fueron rodados en España, en el mítico Desierto de Tabernas (Almería), uno de los lugares preferidos por el cine para rodar sus películas.
Todas las interpretaciones son excepcionales y disfrutan de un protagonismo parejo, por lo que destacar a los mejores se antoja difícil. Un espléndido Sean Connery, el despreciable papel de Harry Andrews y un Ian Hendry venido de menos a más durante el transcurso de la película puede que sean los trabajos más a remarcar de esta obra, pero insisto en que la totalidad de sus componentes rayan a gran nivel. La total ausencia de música durante toda la película aumenta la sensación de vacío y abandono por parte de sus protagonistas. Esto significa bastante teniendo en cuenta que una banda sonora siempre influye en el resultado de una escena, pues los compases de una buena melodía siempre pueden moldear a su antojo las sensaciones que se quieran dibujar: aquí, sin una sola nota, se logra todo esto y más, señal del inmenso trabajo de Sidney Lumet (“Serpico“, 1973) en la dirección, su laborioso guión y unos papeles memorables.
Sus escenarios fueron rodados en España, en el mítico Desierto de Tabernas (Almería), uno de los lugares preferidos por el cine para rodar sus películas.