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claquetabitacora rating:
7
6.8
35,638
Drama. Comedy
Three separate but parallel stories of the U.S mortgage housing crisis of 2005 are told. Michael Burry, an eccentric ex-physician turned one-eyed Scion Capital hedge fund manager, has traded traditional office attire for shorts, bare feet and a Supercuts haircut. He believes that the US housing market is built on a bubble that will burst within the next few years. Autonomy within the company allows Burry to do largely as he pleases, so ... [+]
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- es
February 4, 2016
1 of 1 users found this review helpful
2008 llegó y el mercado financiero explotó. Los supuestos cimientos que reafirmaban un sistema de valores económico fiable, estable y que siempre iba al alza, esos mismos cimientos que auguraban que la tan temida burbuja inmobiliaria jamás iba a petar, esos que a base de nomenclaturas técnicas incomprensibles para la gran mayoría dieron pie a un engaño bestial reventaron sin posibilidad de enmienda para sacar al mundo de su inestable confort y entregarlo a una crisis que por desgracia estamos pagando aún hoy. Claro, estas pocas frases son el resumen de una frenética vorágine sin control acontecida muchos años antes. Esto es el escenario de un episodio. La esencia de “La gran apuesta” radica en los que formaron parte de él: una ínfima cantidad de personas, entendidas en la materia, que supieron ver el tsunami financiero que se acercaba y que decidieron aprovechar la situación. Personas que descubrieron que ese sistema montado a modo de castillos en el aire sólo daba beneficios a los grandes, a los de arriba, convirtiendo a los de abajo en marionetas de términos y pufos indefinidos vendidos como auténticas maniobras monetarias. Un sistema que iba a arrasar con todo lo que se llevara por delante sin posibilidad de escape.
Aquí todo comienza, en las primeras imágenes, con banqueros concibiendo los ingredientes de un pastel del que sacarán beneficios a espuertas sin importar nada ni nadie. Personas sin escrúpulos que supieron idear una auténtica máquina de enriquecerse a costa de clientes que fueron engañados sin pudor ni enmienda. Pero no sólo cualquiera sino todo aquel que tuvo el capital a su disposición para poder construirse un futuro mejor sin reparar en la letra pequeña y en las consecuencias. El mal ya estaba en marcha y todo fue subiendo como la espuma. A través de una colección de jergas, terminologías y palabras que parecían confiables, consistentes y más que seguras consiguieron ir devorando poco a poco al sistema financiero no de generaciones concretas sino del mundo capital tal y como se le conocía. Un ansia desmedida aposentada en millonarias estafas que tan sólo podía deparó un caos tan irremediable que a día de hoy seguimos luchando contra él por tal de no acabar extintos. Vayan ustedes a saber cuándo podremos salir de ahí para empezar a ver la luz.
Adam McKay podría decirse que se aplica el cuento con el título de la película pues a tenor de su currículum vemos que todo lo que ha ofrecido son comedias de mayor o menor calado, con aire socarrón y desenfadado. Pero aquí ha decidido dar un salto de fe, uno de esos bastante importantes y apostar (sobre seguro a tenor de las críticas y premios a los que aspira) para dar una especie de clase definitiva sobre qué pasó, quienes fueron los responsables, cómo sucedió todo paso a paso a modo de documental interactivo e híper activo (tan sólo hay que ver su montaje en ciertos aspectos y pasajes) y ante todo qué hizo la parte menos conocida en la vida real pero protagonista en este filme de la debacle que se avecinaba: los que sí vieron la defunción del sistema financiero y aprovecharon la oportunidad para jugar a favor de sus propios intereses, una forma de ir en contra de los que estaban arruinando a todo un macro cosmos mercantil y social. Luego ya viene el quid moral de qué hubiese sido mejor si seguir con ese plan o tomar las acciones legales pertinentes para intentar paliar o frenar ese mal.
Pero esta crítica versa sobre la película así que acorde con ella diré que el mayor peligro que contiene “La gran apuesta” es que da por hecho que todos los espectadores que acudimos a verla somos neófitos en la materia. Catedráticos de las finanzas que dominamos la terminología tanto interna como externa como el que habla de kilos o euros sin tener que pararse un segundo a meditar, asimilar y sopesar lo que nos cuentan. Sí, es cierto, hay pequeños episodios intermedios a modo de ejercicios ilustrativos explicados por rostros conocidos que dan cierta ventaja a la película e incluso ayudan a poder sobre llevar el caudal de información adquirida. También es cierto que por culpa de la propia crisis todas esas palabras han acabado formando parte de conversaciones como si todos fuésemos doctores de la economía pero aún así casos como hipotecas subprime, crisis ninja, burbuja inmobiliaria, calificación crediticia, CDO, bonos basura, fondos de alto riesgo y un largo etcétera no son fáciles de entender y menos si uno no se dedica a la materia. De esto se desprende algo muy sencillo. Que todas esas palabras malditas se acaban convirtiendo en personajes de la propia historia y eso hace que uno acabe por perder el hilo o la esencia del mismo en más de una ocasión.
Otro de los grandes problemas con los que cuenta “La gran apuesta” es algo más sencillo pero esencial para que una película funcione. Hay que comprender que el objetivo no está centrado en las consecuencias finales de esa crisis de la cual todos fuimos testigos y afectados (en mayor o menor grado) sino en las causas y su procedimiento. Al explicarlo todo como si de un documental se tratase la ausencia de emociones es notable. Sus personajes tampoco son afectados sino inversores, economistas, banqueros y analistas volcados en ver que todo el tinglado se desmorona, se muere a fin de cuentas y hay que sacar tajada sea como sea. Eso lleva a que no nos impliquemos con sus circunstancias ni sus decisiones. Es una película fría, aplicada pero desprovista de empatía. Y aunque sean personajes que vieron el daño de todo aquello sólo lo utilizaron, como suele suceder por regla general, para sus propios intereses. Tan sólo el personaje interpretado por Brad Pitt, quien también ejerce aquí de productor, es el único que espeta la frase más moralmente humana posible: gane quien gane nosotros, la clase trabajadora, somos los únicos perjudicados.
- continúa en spoiler -
Aquí todo comienza, en las primeras imágenes, con banqueros concibiendo los ingredientes de un pastel del que sacarán beneficios a espuertas sin importar nada ni nadie. Personas sin escrúpulos que supieron idear una auténtica máquina de enriquecerse a costa de clientes que fueron engañados sin pudor ni enmienda. Pero no sólo cualquiera sino todo aquel que tuvo el capital a su disposición para poder construirse un futuro mejor sin reparar en la letra pequeña y en las consecuencias. El mal ya estaba en marcha y todo fue subiendo como la espuma. A través de una colección de jergas, terminologías y palabras que parecían confiables, consistentes y más que seguras consiguieron ir devorando poco a poco al sistema financiero no de generaciones concretas sino del mundo capital tal y como se le conocía. Un ansia desmedida aposentada en millonarias estafas que tan sólo podía deparó un caos tan irremediable que a día de hoy seguimos luchando contra él por tal de no acabar extintos. Vayan ustedes a saber cuándo podremos salir de ahí para empezar a ver la luz.
Adam McKay podría decirse que se aplica el cuento con el título de la película pues a tenor de su currículum vemos que todo lo que ha ofrecido son comedias de mayor o menor calado, con aire socarrón y desenfadado. Pero aquí ha decidido dar un salto de fe, uno de esos bastante importantes y apostar (sobre seguro a tenor de las críticas y premios a los que aspira) para dar una especie de clase definitiva sobre qué pasó, quienes fueron los responsables, cómo sucedió todo paso a paso a modo de documental interactivo e híper activo (tan sólo hay que ver su montaje en ciertos aspectos y pasajes) y ante todo qué hizo la parte menos conocida en la vida real pero protagonista en este filme de la debacle que se avecinaba: los que sí vieron la defunción del sistema financiero y aprovecharon la oportunidad para jugar a favor de sus propios intereses, una forma de ir en contra de los que estaban arruinando a todo un macro cosmos mercantil y social. Luego ya viene el quid moral de qué hubiese sido mejor si seguir con ese plan o tomar las acciones legales pertinentes para intentar paliar o frenar ese mal.
Pero esta crítica versa sobre la película así que acorde con ella diré que el mayor peligro que contiene “La gran apuesta” es que da por hecho que todos los espectadores que acudimos a verla somos neófitos en la materia. Catedráticos de las finanzas que dominamos la terminología tanto interna como externa como el que habla de kilos o euros sin tener que pararse un segundo a meditar, asimilar y sopesar lo que nos cuentan. Sí, es cierto, hay pequeños episodios intermedios a modo de ejercicios ilustrativos explicados por rostros conocidos que dan cierta ventaja a la película e incluso ayudan a poder sobre llevar el caudal de información adquirida. También es cierto que por culpa de la propia crisis todas esas palabras han acabado formando parte de conversaciones como si todos fuésemos doctores de la economía pero aún así casos como hipotecas subprime, crisis ninja, burbuja inmobiliaria, calificación crediticia, CDO, bonos basura, fondos de alto riesgo y un largo etcétera no son fáciles de entender y menos si uno no se dedica a la materia. De esto se desprende algo muy sencillo. Que todas esas palabras malditas se acaban convirtiendo en personajes de la propia historia y eso hace que uno acabe por perder el hilo o la esencia del mismo en más de una ocasión.
Otro de los grandes problemas con los que cuenta “La gran apuesta” es algo más sencillo pero esencial para que una película funcione. Hay que comprender que el objetivo no está centrado en las consecuencias finales de esa crisis de la cual todos fuimos testigos y afectados (en mayor o menor grado) sino en las causas y su procedimiento. Al explicarlo todo como si de un documental se tratase la ausencia de emociones es notable. Sus personajes tampoco son afectados sino inversores, economistas, banqueros y analistas volcados en ver que todo el tinglado se desmorona, se muere a fin de cuentas y hay que sacar tajada sea como sea. Eso lleva a que no nos impliquemos con sus circunstancias ni sus decisiones. Es una película fría, aplicada pero desprovista de empatía. Y aunque sean personajes que vieron el daño de todo aquello sólo lo utilizaron, como suele suceder por regla general, para sus propios intereses. Tan sólo el personaje interpretado por Brad Pitt, quien también ejerce aquí de productor, es el único que espeta la frase más moralmente humana posible: gane quien gane nosotros, la clase trabajadora, somos los únicos perjudicados.
- continúa en spoiler -
SPOILER ALERT: The rest of this review may contain important storyline details.
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Spoiler:
El caso es que por muy extraño que parezca, por muy raro que pueda parecer, a pesar de los problemas antes citados, la película de McKay funciona. Y de una manera atractiva. Basada en el libro de Michael Lewis, “La gran apuesta”, es todo un ejercicio émulo del éxito de “El lobo de Wall Street” de Martin Scorsese. Y aunque intenta reformular el formato de películas anteriores basadas en todo lo concerniente a la crisis económica actual consigue ser una vuelta de tuerca nueva. Primero y principal es que la película rompe la cuarta pared. El personaje de Ryan Gosling nos narra todo lo que va pasando mirándonos a la cara, como si nos hiciese partícipes de lo acontecido. Somos espectadores, sí, pero de una forma mucho más directa que de costumbre. Eso le confiere un envoltorio de cercanía. Pero aquí se mira, no se toca. Es decir, aquí sólo somos testigos de un hecho concreto sin que nosotros podamos hacer nada para arreglarlo o lo que hubiese sido mejor: remediarlo. Quizás el actor que peor salga parado es Christian Bale quien abusa de tics y maneras un tanto histriónicas confiriéndole a su rol un antipático y desagradecido tono un tanto bufonesco aunque sea, precisamente, la piedra de toque de todo el guión. El resto va de lo acertado (Ryan Gosling) a lo plausible (Steve Carell) pasando por lo acomodado (Brad Pitt).
El resultado es que aquí, tal y como indican los instantes finales, nadie pagó el pato. Tan sólo un caso excepcional como modo de castigo ejemplar mientras el resto de artífices siguiendo urdiendo planes para poder continuar con la forma de estafar a incautos que quisieran seguir aportando su dinero en métodos fraudulentos que no sirven para otra cosa que para acabar picando un anzuelo hecho de dolor y crisis. La película no es la panacea ni la punta de lanza definitiva sobre el tema no tan claro de la crisis económica que padecemos todos. Pero sin ser un filme con el cual sentirse cómodo ni tener la sensación de haber visto la mejor película del año sí que es cierto que tiene el don de mantener el interés y captar la atención en todo momento aunque no sepamos muy bien qué nos está contando. De ahí que la forma ofrezca un efecto primordial por encima del fondo. Es un ejemplo visual de lo que sucede cuando la ambición desmedida da como fruto una veneración enfermiza alrededor del poderoso caballero don dinero. Fuera de esos márgenes estamos todos los demás. Simples mortales que nos vimos engañados y empujados a un mundo de facilidades rellenos de un camino que no llevaba a otro sitio que a la desgracia que nos ha tocado vivir y que aún intentando solucionarlo no hay mucho a lo que aferrarse. Efectos colaterales de un andamio que estaba sustentado sobre la nada.
https://claquetadebitacora.wordpress.com/2016/02/04/critica-la-gran-apuesta-adam-mckay-2015-causas-y-efectos-enganos-y-crisis/
El resultado es que aquí, tal y como indican los instantes finales, nadie pagó el pato. Tan sólo un caso excepcional como modo de castigo ejemplar mientras el resto de artífices siguiendo urdiendo planes para poder continuar con la forma de estafar a incautos que quisieran seguir aportando su dinero en métodos fraudulentos que no sirven para otra cosa que para acabar picando un anzuelo hecho de dolor y crisis. La película no es la panacea ni la punta de lanza definitiva sobre el tema no tan claro de la crisis económica que padecemos todos. Pero sin ser un filme con el cual sentirse cómodo ni tener la sensación de haber visto la mejor película del año sí que es cierto que tiene el don de mantener el interés y captar la atención en todo momento aunque no sepamos muy bien qué nos está contando. De ahí que la forma ofrezca un efecto primordial por encima del fondo. Es un ejemplo visual de lo que sucede cuando la ambición desmedida da como fruto una veneración enfermiza alrededor del poderoso caballero don dinero. Fuera de esos márgenes estamos todos los demás. Simples mortales que nos vimos engañados y empujados a un mundo de facilidades rellenos de un camino que no llevaba a otro sitio que a la desgracia que nos ha tocado vivir y que aún intentando solucionarlo no hay mucho a lo que aferrarse. Efectos colaterales de un andamio que estaba sustentado sobre la nada.
https://claquetadebitacora.wordpress.com/2016/02/04/critica-la-gran-apuesta-adam-mckay-2015-causas-y-efectos-enganos-y-crisis/