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Spain Spain · Tramacastiel
Luis rating:
8
Language of the review:
  • es
February 22, 2020
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La conquista de América tiene dos caras: el éxito y el fracaso Balboa, El Cano, Cortés, Pizarro simbolizan el triunfo en sus empresas o conquistas. Aguirre, la demente frustración de quien no esforzándose menos que sus predecesores no consiguió nada. En Méjico, en Perú, incluso en Filipinas, se encontraron imperios fascinantes, riquezas o un comercio lucrativo. En el Amazonas sólo mosquitos, desgracias y flechas. Ni cabe atribuir a Aguirre su exploración, pues antes que él había recorrido el gran río Orellana.
Hay muchas más películas de las que se recuerdan sobre los españoles en América. Ya Cecil B. de Mille, en el mudo, trató admirativamente a Cortés. En los años cuarenta Hollywood hizo una superproducción sobre la conquista de Méjico, El capitán de Castilla,aunque por respeto a ese país la película se detiene en la llegada a la ciudad de Montezuma. En los cincuenta la Fox filmó la conquista de California (Las siete ciudades de oro); en los sesenta Vittorio Cottafavi filmó para TVE y la RAI el mejor Cristóbal Colón que conozco, el protagonizado por Francisco Rabal. Y los ingleses hicieron un excelente título sobre Pizarro con La caza real del sol. Después vino la exitosa Aguirre, la cólera de Dios. Los españoles, aparte de la horrible Alba de América y de la discreta Los conquistadores del Pacífico, donde se narraba la epopeya de Balboa, contribuyeron a la serie con un buen film sobre la conquista de Chile, La Araucana, de Julio Coll.
Más tarde se hizo aquí un muy mal título sobre Cabeza de Vaca y alguna que otra estupidez. R. Scott no acertó en 1492 con Colón, a pesar de su calidad como realizador. Y sólo Carlos Saura consiguió un film interesante con El Dorado.
Hago este largo prologo porque parece que muchos cinéfilos ignoran la copiosa filmografía que ha producido el imperio español (y no sólo sobre América). No cito las innumerables películas de piratas donde los españoles hacen de malos (aunque no en todas) para no cansar.
Saura con El Dorado quiso retomar el estilo de cine que cultivo en los sesenta. En Llanto por un bandido, en La caza, en Peppermint Frappé se mostró entonces discípulo de Buñuel con historias crueles y pesimistas. Luego se dedicaría a relatos más subjetivos y aburridos y resultó una sorpresa que en 1988 regresara a una temática más abierta y objetiva.
Eligió el personaje de Aguirre porque iba bien a su sentimiento desconsolado de la vida, aunque ni se necesitaba una nueva película de este tema ni logró superar la de Herzog. Donde Herzog sintetizó el dramático destino del hombre, poseído por el demonio de la fama y el poder, Saura se limitó a ofrecer un fiel relato de la expedición, teñida monótonamente por la sangre de los crímenes del fracasado conquistador. Aguirre se quita de en medio a Ursúa y a sus compañeros de rebelión porque quiere el mando. En su delirio megalómano llega a rebelarse contra Felipe II y España y dice fundar un nuevo reino, pero lo único que conquista son los bergantines que bajan por el río.
Las imágenes son de gran belleza plástica, a pesar de la fealdad del relato. Los actores están bien dirigidos, aunque no hay que exagerar ni con Omero Antonutti, ninguno posee la personalidad de las grandes estrellas clásicas. Los sucesivos asesinatos, muy bien realizados, llegan a fatigar. Se detallan demasiado, algo que no hizo Herzog. Herzog quiso representar en Aguirre el imperialismo, con sus miserias y grandezas; Saura sólo un desesperado que pierde la razón por no logran lo que Cortés y Pizarro.
La perfección técnica y artística con que está hecho el film y sus grandes medios resultan estimulantes. Pero el guión no está a la altura de la intención.
La siniestra aventura de Aguirre no era muy oportuna cuando se acercaba el quinto centenario. De no encontrarse el PSOE en el poder Saura no habría obtenido subvención para un film tan caro. Pero Saura nunca ha querido magnificar nada y menos la historia de España, de manera que no hizo un Magallanes o un Colón (que también le habrían permitido mostrar la crueldad del hombre, aunque con resultado distinto.). Necesitaba el fracaso total de esa crueldad adaptando la historia de los marañones.
Lástima. Pues su excelente caligrafía cinematográfica hubiera triunfado con un guión que ofreciera más contraste, que no exhibiera sólo el lado más oscuro del hombre, sino su imagen total. Ya que la historia no sólo es terrible, también tiene aspectos magníficos. Y cuando el español de hoy se empeña en evocar sólo fracasos puede entenderse que no cree en nada ni espera nada del futuro.
Una última observación: que el film de Saura no obtuviera éxito no tiene importancia para la historia de nuestro cine. Tampoco tuvo éxito El verdugo y hoy se la considera una obra maestra. Para mí merecía más consideración crítica, pues se trata de un buen producto. El Dorado, al fin, no desaprovecho los mil millones invertidos, mientras que TVE y Emiliano Piedra se gastaron 3000 en una pifia como El Quijote, de Manuel Gutiérrez Aragón.
Luis
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