They Live! (1988) es una genial película de ciencia ficción de John Carpenter, en la que distintos miembros de la sociedad fueron remplazados por extraterrestres que buscan sostener el statu quo mientras devastan el planeta.

Por Nicolás Bianchi

No es común ver en el cine norteamericano volcado al género o simplemente al entretenimiento, como es el de Carpenter, el reflejo de algunos de los más graves problemas que atraviesan a la sociedad. Aquí, en They Live!, el protagonista Nada (Roddy Piper) llega a la ciudad sin trabajo y solo con una mochila, y como luego de su primera jornada como obrero de la construcción no tiene dónde parar, se dirige junto con Frank (Keith David), quien será su compañero de aventuras, a un asentamiento muy precario que se creó en un terreno baldío. Lo que en Sudamérica se llama villa miseria o favela.

Por la noche se desata un acto de represión brutal en el que la policía con topadoras destruye las casuchas precarias hechas en su mayoría con chapa y cartón, mientras golpea salvajemente a cualquiera que se interponga en su camino. Mediante un predicador que discurre en una plaza y lo que parece una transmisión pirata que interrumpe la señal de la televisión Carpenter introduce la noción de que en esa sociedad hay algo que anda mal. O un gran engaño o un gran complot, algo está en marcha.

El personaje Nada encontrará luego de la noche de represión unos anteojos en una iglesia evangelista que está frente al asentamiento, y cuando se los ponga la verdad se le revelará. La realidad no es más que una farsa sostenida por un grupo de alienígenas que busca consumir todos los recursos del planeta en convivencia con una elite de humanos súper ricos. Los carteles de publicidades, los mensajes que se emiten por televisión y las revistas solo tienen tras de sí el objeto de que se reproduzcan las conductas y desigualdades de la sociedad. Mirada con los lentes, la realidad toma un aspecto en blanco y negro, desangelado, en el que se pueden leer mensajes como ‘obedece’, ‘mira televisión’, ‘consume’.

Pero, como si eso fuera poco, la revelación más impactante resulta ser la capacidad de ver que varios miembros de la sociedad son alienígenas, y bastante feos por cierto. Entre ellos muchos son policías o presentadores de televisión, pero también pueden ser ciudadanos de a pie o señoras ricas que hacen las compras con la asistencia de su mucama. La aventura de Nada, un rubio fortachón con el cuerpo de un luchador o un físico culturista, será la de un rebelde que busca cambiar el orden establecido. Se trata de un personaje capaz de decir una frase como ‘es tiempo de mascar chicle y patear traseros, y los chicles se me acabaron’, mientras con una escopeta comienza a bajar extraterrestres como si fueran muñecos en una feria.

Más allá del contenido argumental, que con solo describir la trama queda claro, Carpenter no se priva de recurrir al humor, la acción y las peleas que bordean el absurdo. Como muchas de sus películas, resulta influyente para obras posteriores. Es inevitable, al ver They Live!, no pensar, por ejemplo, en la saga Matrix de las hermanas Wachowski que se inició diez años después. Con otro tono y menores pretensiones filosóficas, la odisea de Nada es comparable con el Neo que inmortalizó Keanu Reeves. Uno tomó una pastilla, el otro se puso los anteojos. En ambos casos la realidad está sostenida por consumidores de energía y recursos, ya sea la civilización regida por las máquinas en el primer caso o la que controlan los extraterrestres aquí.

They Live! cuenta con la habitual destreza visual que Carpenter le imprime a sus relatos pero encuentra un lugar destacado dentro de su filmografía por un guión que, sin dejar de lado las aventuras y la acción, contiene un relato singular, con una capa más de espesor de lo que se suele encontrar en las películas de género.