Un individuo, sin saber cómo ni por qué, es secuestrado por otros dos congéneres y recluido en un zulo, donde inevitablemente empieza a cuestionarse su propia existencia. Este planteamiento, al margen de la dudosa novedad que representa, puede dar buen resultado en un corto de quince o veinte minutos. Pero cuando a lo largo de hora y media esta idea no se complementa con ninguna otra, el interés pronto deviene en tedio, o lo que es peor, en morbo y obscenidad por parte del director. Ese es el principal problema de esta película, le sobran tres cuartas partes de su metraje. El proceso de degradación al que la reclusión somete al desdichado protagonista carece de cualquier reflexión moral, es una especie de mirada entomológico-teofánica que a mí me resulta particularmente repugnante. Una película que, a pesar de no explicar nada, tampoco plantea preguntas. Puro artificio.
Aparte de su aceptable factura técnica y la notable interpretación del actor principal (y casi único), que encarna un personaje complicado, poco ofrece este producto de nuestra descarnada sociedad.