El principal problema de “Regreso al infierno” reside en que en ningún momento consigue dejar suficientemente claro su posicionamiento ideológico. La peli de Irwin Winkler arranca como un film bélico convencional, con sangre, disparos y explosiones a tutiplén. Aparentemente, un manifiesto ultraderechista más que divulga el infierno vivido por los valientes soldaditos norteamericanos en su misión de paz por territorio iraquí y sus consecuentes efectos postraumáticos.

Sin embargo, la irrupción de una camiseta con un lema mandando a tomar por culo a Bush supone un brusco golpe de timón que parece renunciar al típico discurso victimista para afrontar la denuncia a las reaccionarias y abusivas decisiones del gobierno yankee. Falsa alarma. Al final todo queda en agua de borrajas. Ni fú, ni fá. Ni chicha, ni limoná.

Las terribles secuelas físicas y psíquicas de un soldado superviviente y su incapacidad para adaptarse a una vida normal ya las habían reflejado magníficamente otras pelis como “El regreso” o “El cazador”.

“Regreso al infierno” resulta, por lo tanto, un ejercicio inútil.